Este blog pretende ser una herramienta de formación y aprendizaje que, a través de vídeos, artículos de prensa, archivos de audio, etc., nos invite a la reflexión y nos facilite la comprensión de la realidad social desde una perspectiva de izquierdas, alternativa a la de la ideología dominante y sus altavoces, los grandes medios de comunicación.
Si estás interesado en colaborar, en añadir alguna lectura o vídeo, o quieres saber algo más sobre alguna cuestión, no dudes en dejar un comentario en el artículo correspondiente o contactar con nosotros a través de la pestaña 'Contacto'.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Política de las crisis y crisis de la política (emancipatoria) (III)

MANUEL MONEREO*
Sep 2009


4. La centralidad de la política: No hay salidas económicas de la crisis

Las políticas en curso ponen de manifiesto que no hay solo salidas económicas de la crisis, más precisamente, que las salidas son, en un sentido u otro, siempre políticas. Cuando se trata, como la presente, de una crisis básica, es decir, que afecta al conjunto de las relaciones sociales, a las relaciones internacionales de fuerzas y a la distribución del poder entre las clases y los estados convendría no olvidar la dramática historia del movimiento obrero y de las fuerzas políticas comprometidas con la emancipación social.

Si algo nos enseñó Antonio Gramsci es que las crisis del capitalismo no van en una sola dirección y no garantizan una salida socialista. En muchos sentidos, podríamos definir al comunista sardo como el político que abrió, en condiciones de derrota, el debate sobre las políticas emancipatorias desde la crisis del capitalismo imperialista.

El primer elemento de su enseñanza, conviene remarcarlo, es que no existe, sin más, una relación de causalidad entre crisis económica, crisis social y crisis revolucionaria. El asunto es mucho más complejo y admite diversas direcciones y líneas de fuerza en una realidad múltiple donde se concreta una trama de poder que relaciona base y sobreestructura, fuerzas políticas organizadas e imaginarios colectivos y tradiciones culturales, en marcos nacionales dados.

El segundo es que el modo “normal” de funcionamiento del capitalismo implica crisis económicas recurrentes y que éstas son inevitables aunque –y aquí la experiencia de los sujetos vale mucho– sus efectos económicos y sociales puedan, hasta cierto punto, amortiguarse. Baste como ejemplo lo siguiente: si algo enseña la crisis que estamos viviendo es que Estados que tienen un gasto público como los europeos, en torno al 40% del PIB, tienen una autonomía y una capacidad de maniobra macroeconómica que, si bien no alcanzan la fuerza necesaria para evitar las crisis, les otorga capacidad para influir sobre ellas, paliar sus efectos sociales y propiciar salidas de las mismas, al menos hasta ahora.

Leer más...

En tercer lugar, la evolución de la crisis dependerá de la relación de fuerzas existente, teniendo en cuenta que la propia crisis modifica la estructura social, las percepciones de los sujetos y los marcos ideológicos y políticos de referencia. Para decirlo con contundencia: no hay salidas económicas de las crisis, sino salidas políticas. Este es un elemento decisivo que rompe con cualquier reducción economicista y que pone el acento sobre la subjetividad organizada, sobre las ideas y la esperanza de los trabajadores y las trabajadoras en un mundo que cambia de base y que abre posibilidades de transformación política y social que no están dadas a priori.

En cuarto lugar, la crisis es siempre etapa de excepción que rompe con las “normalidades” y que genera disponibilidades sociales y políticas nuevas y abre también el territorio de lo imprevisible, de lo incontrolable y, esto es relevante, de la creatividad social. Cómo afectan los cambios socioeconómicos a los imaginarios sociales consolidados, la rapidez y la contundencia de éstos y la emergencia de nuevos sentidos y orientaciones subjetivas, son los datos esenciales para situarse bien e intervenir conscientemente en la crisis. El viejo y derrotado Gramsci, como teórico de las sobreestructuras políticas y culturales, nos dio muchas “pistas” y “atisbos” que debemos hacer nuestros como formas de problematizar un mundo que mucho ha cambiado y, en muchos aspectos, para peor.

En este sentido, insistimos, no se pueden subestimar los aspectos político-culturales o culturales fuertes en la definición de las posibles salidas. Si algo ha caracterizado al neoliberalismo ha sido su
capacidad para “producir” personas, seres concretos funcionales al modo de vivir y hasta de soñar del neoliberalismo. El concepto de “mutación antropológica” definido en los años sesenta por Pasolini muestra toda su potencialidad para entender los cambios en las consciencias y en los comportamientos de unas clases subalternas colonizadas por las poderosas industrias culturales, de entretenimiento y consumo del capitalismo en su fase tardía.

5. La doble crisis de la economía española: el largo despertar de un sueño y la búsqueda desesperada de nuevos referentes

Si se veía venir la crisis a nivel global, aquí estaba cantada. El modelo o patrón de crecimiento se sabía que era insostenible económica, ecológica -y al final, sólo al final-, socialmente. Han sido más de doce años de crecimiento y nuestro mundo real y el imaginario, así como nuestra situación en él, cambió sustancialmente. Si algo nos ha enseñado Naredo en esta historia, es la profunda relación existente entre el “ladrillo”, las burbujas financieras, el creciente deterioro ecológico y el consenso socialmente construido, cuando se organizan como fundamento de un determinado patrón económico y de poder.

La política siempre ha estado por delante y por detrás, articulando, mediando y cohesionando un bloque económico y social que ha tenido a la oligarquía financiera e inmobiliaria en su núcleo central. La otra cara del asunto sin la cual nada hubiese sido posible, es la corrupción. Hablar de esto es políticamente incorrecto, pero hay que enfrentarse directamente con la realidad. Ésta ha sido general, de arriba abajo y de abajo a arriba y las gentes lo sabían y lo saben.

El consenso social también se ha basado en eso, en aceptar la corrupción de los políticos como parte de nuestra normalidad. Por eso, políticos socialmente reconocidos como corruptos son de nuevo masivamente votados, cuando no aclamados por sus poblaciones y hasta legitimados bajo el principio de que si todos roban, “estos al menos hacen algo”. Se llega hasta el esperpento moral de preguntarse por qué los pobres cuando acceden a un cargo público no pueden vivir como los ricos.

No sabemos mucho acerca de cómo están viviendo los trabajadores la crisis y cómo la sienten aquellos que la están sufriendo directamente, pero intuimos que la historia, repetida una y otra vez por el gobierno y por los medios de que existen “brotes verdes” y que lo peor de la crisis ya ha
pasado, será acogida con esperanza por una gran parte de la población que ha vivido la crisis como un amargo despertar. En parte se trata de una cuestión de percepciones. No se ve el mundo de la misma forma pensando que el paro es algo coyuntural y que la crisis toca a su fin, que aceptar sin más que estamos ante una profunda crisis del capitalismo realmente existente y que, además, esta crisis converge en España con la de un patrón de crecimiento que nos ha situado en muy poco tiempo ante la realidad de nuevo del paro, de la restricciones en el consumo y, sobre todo, en la inseguridad permanente, es decir, el miedo ante el futuro.

Todo va a depender de la duración e intensidad de la crisis. Por lo que sabemos, ésta va a ser larga y profunda, y muchos de los fundamentos culturales y de los valores socialmente asumidos se van a modificar -se están modificando- en un plazo breve. La reacción al miedo es siempre la búsqueda de la seguridad.

El gobierno nos ofrece un placebo: la crisis es solo coyuntural y de pronta salida. La derecha económica y social, que conoce bien el asunto, se prepara para combinar un fuerte intervencionismo del Estado con la restricción de los derechos sociales y económicos de los trabajadores, es decir, la continuación del neoliberalismo por otros medios; la derecha política hace un uso alternativo de la crisis como instrumento para derrotar al gobierno, repitiendo las viejas consignas del periodo de Aznar y dando muy pocas pistas sobre su programa real y, sobre todo, esperando que la agravación de la situación social les lleve en volandas a la Moncloa; mientras, la izquierda social y sindical apenas si comprende el carácter de la crisis y busca salidas que en ningún caso cuestionan el patrón de poder que organiza y articula el modelo económico hoy dominante.

El debate real sería este: ¿se pueden defender los derechos sociales y políticos sin modificar sustancialmente las relaciones de poder? No parece posible, porque no se trata de salir de la crisis sino del neoliberalismo en crisis, sabiendo –y es necesario insistir sobre ello– que detrás del modelo de crecimiento hay un patrón de poder que es necesario derrotar, que no caerá por sí solo y que existe el peligro de que el bloque de poder acabe recomponiéndose en y desde la crisis.

Esas son las cuestiones de fondo y estos son los desafíos objetivos que de una u otra forma debemos responder los que estamos comprometidos con las mayorías sociales. Si se me permite, con aquellos que en esta dramática historia seguimos teniendo un punto de vista de clase. Lo que no se puede decir, como se dice y se hace, es que esta crisis es tan grave o más que la del 29 y a reglón seguido, proponer viejas y gastadas recetas, como si se tratase de una simple recesión económica. No se trata de mala lógica sino de un mal análisis y de una estrategia equivocada. Tratar una tuberculosis como si fuera un simple resfriado.


(Este artículo fue publicado en el número 260 de la revista El Viejo Topo).


SIGUIENTE ARTÍCULO: Política de las crisis y crisis de la política (emancipatoria) (IV)


*Manuel Monereo es politólogo, abogado laboralista y militante histórico del PCE e IU

No hay comentarios: