Sep 2009
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c) La financiarización de la economía mundial ha sido un instrumento decisivo en el proceso de recomposición hegemónica del capitalismo y en la derrota de la izquierda sindical y política en casi todas partes.
¿De qué hablamos cuando decimos financiarización? Nos referimos, en primer lugar, al predominio de grupos de poder económico ligado al entramado financiero-monetario internacional y a su control del conjunto de la economía. Se trata de la conformación de una plutocracia mundializada que impone sus reglas a los Estados, domina a las empresas y define los criterios de las políticas económicas que aplican los organismos internacionales.
En segundo lugar, sitúa la especulación en el gobierno de la economía y de la sociedad. La libre circulación de capitales, las desregulaciones, las privatizaciones y el saqueo de los bienes públicos se han puesto abiertamente al servicio de una minoría en busca de ganancias extraordinarias. Lo demás vino como consecuencia: la puesta en disposición de sofisticadísimos instrumentos financieros encadenados ad infinitum, articulados en arquitecturas piramidales cada vez más complejas y peligrosamente interconectadas; los procesos interminables de fusiones y adquisiciones sucesivas, basados en el endeudamiento creciente y en la lógica de lo que se ha dado en llamar ”la maximización del valor del accionista”.
En tercer lugar, ha cambiado sustancialmente la vida de las empresas. Son los llamados inversores institucionales los que imponen sus criterios –la famosa regla del 15% como rendimiento– asegurándose la fidelidad de los gerentes –implicados de diversas formas en los beneficios de la empresa– y transfiriendo los riesgos hacia los trabajadores. La autofinanciación, la dependencia creciente de la marcha de las bolsas y del valor de las acciones, la preocupación gregaria por los rendimientos y la represión salarial, configuran así un tipo de organización social que hace de las relaciones laborales y del manejo de la fuerza de trabajo la clave del beneficio empresarial.
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En cuarto lugar, la creciente dependencia de las personas de las instituciones financieras. El dato tiene muchas consecuencias sociales y culturales. En general, las políticas neoliberales han tenido como resultante básica la depresión salarial y el retroceso de las rentas provenientes del trabajo. El incremento de beneficios empresariales no se ha dirigido a la acumulación productiva sino a la especulación financiera. Los viejos y siempre existentes problemas de realización, así como la imparable tendencia a la sobreproducción, reaparecen con muchísima fuerza.
En este contexto, el endeudamiento ha sido un instrumento muy poderoso para amortiguar las tendencias negativas antes indicadas y dar capacidad de compra a los sujetos de unas rentas salariales deprimidas. La dependencia de las familias del crédito y su endeudamiento creciente para comprar la vivienda, para incrementar sus consumos o simplemente para dar cierta seguridad a su futuro vincula estructuralmente a los asalariados con las instituciones financieras, en lo que Lapavitsas ha definido como un proceso de “expropiación financiera”, es decir, la clase trabajadora es explotada o mejor dicho sobreexplotada, en el proceso productivo y expropiada por las instituciones financieras, en un complejo sistema de mercantilización del conjunto de las relaciones sociales.
d) La cuestión de la hegemonía norteamericana en la crisis actual: Giovanni Arrighi, citando a Braudel, ha remarcado que la financiarización es siempre el “otoño” de una potencia dominante; es el dato básico de una crisis de hegemonía que intenta ser evitada o amortiguada precisamente, financiarizando la economía internacional, como un penúltimo recurso para evitar un declive anunciado.
No es este el lugar para discutir con la extensión y el rigor que merecen las tesis que sobre los ciclos sistémicos de acumulación y sus complejas relaciones con los ciclos de hegemonía Giovanni Arrighi ha ido analizando en un conjunto de trabajos admirables, siguiendo una estela abierta por la escuela del sistema mundo que tiene a Immanuel Wallerstein como referente principal. La tesis básica es que estaríamos ante una transición sistémica en la cual el centro del poder político y económico se iría desplazando desde EEUU hacia el mundo asiático organizado en torno a China, potencia hegemónica emergente.
No es casual tampoco que el debate sobre el largo declive de EEUU haya tenido contundentes respuestas en América Latina entre intelectuales y científicos sociales (Fiori, Atilio Borón, Emir Sader). La complejidad del asunto requeriría de muchas matizaciones y de encontrar un terreno
donde las estrategias políticas e intelectuales convergieran más o menos armoniosamente y, sobre todo, distinguir los ciclos cortos y largos de nuestra historia presente.
donde las estrategias políticas e intelectuales convergieran más o menos armoniosamente y, sobre todo, distinguir los ciclos cortos y largos de nuestra historia presente.
La decadencia hegemónica de una potencia político militar que tiene cerca de mil bases militares en el mundo y que gasta ella sola más de la mitad del presupuesto militar mundial, tiene paradojas que en el terreno de la política concreta invita a reflexiones teóricas y prácticas de alcance no menor. Si tenemos en cuenta que el declive hegemónico de Gran Bretaña duró casi cincuenta años, podríamos afirmar que se puede vivir en decadencia durante mucho tiempo y seguir siendo un obstáculo formidable a cualquier impulso emancipatorio nacional o social. Es más, la capacidad de EEUU para crear alianzas estables ha sido una constante histórica de su tipo de hegemonía y esta se ha puesto de manifiesto brutalmente, en esta etapa de crisis sistémica que tiene su centro precisamente en esa potencia.
Ahora bien, la tesis que mantenemos es que el centro donde se anudan todas las contradicciones del presente radica en EEUU y en su modo de ejercer la hegemonía económica, política, militar y cultural sobre el planeta. El desafío neoliberal, el nuevo régimen monetario internacional y la globalización financiera tienen que ver centralmente con las dificultades de EEUU para perpetuar unas relaciones de poder internacional que desde los años setenta se encuentran cuestionadas. Sin esta limitación no entenderíamos uno de los rasgos decisivos de la presente crisis económica internacional y las enormes dificultades para salir de ella, que implicarían, entre otras cosas, una reestructuración de las reglas básicas que configuran hoy las relaciones internacionales.
Baste, para entender lo que estamos diciendo, saber que la economía norteamericana necesita para cuadrar sus cuentas y cubrir su déficit unos tres mil millones de dólares diarios; y que el sistema de relaciones económicas configurado a partir de los años ochenta se basa en la paradoja poco conocida pero enormemente sobresaliente de que el resto de mundo aporta su ahorros para que EEUU siga siendo una poderosa máquina de consumo. De esta manera, el sistema financiero monetario internacional se configura como un mecanismo que traslada este ahorro (en torno al 50% del ahorro mundial) hacia los EEUU para que éstos puedan relanzar su consumo interno y, como se ve en la crisis hipotecaria norteamericana, seguir endeudando masivamente a las familias. Para decirlo con brevedad, desde los años ochenta EEUU es una economía parasitaria en decadencia que usa y abusa de su poder monetario financiero para perpetuar un sistema económico profundamente desigual, depredador de las riquezas ajenas y con una huella ecológica incompatible con la vida del planeta.
Al final, se ve aquello que Lenin, con perdón, decía con mucha contundencia: que la economía es la política concentrada y, diríamos, cristalizada en unas determinadas relaciones de poder. La moneda es poder y la economía refleja unas relaciones de fuerzas que sólo se pueden perpetuar con los instrumentos, más o menos legitimados, de la violencia. Si algo debemos al aporte intelectual de Harvey es su idea, ampliamente argumentada, de que la llamada “acumulación primitiva” de la que nos hablaba Marx es un rasgo permanente de la economía-mundo capitalista, lo que él ha denominado “acumulación por desposesión”. Violencia, uso regulado o no de la fuerza y poder militar, es el marco sin el cual la economía nunca se acabaría de entender.
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*Manuel Monereo es politólogo, abogado laboralista y militante histórico del PCE e IU
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