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lunes, 2 de noviembre de 2009

Política de las crisis y crisis de la política (emancipatoria) (I)

*MANUEL MONEREO
Sep 2009

1. El final de una ilusión y el retorno de un mundo duro y terrible

El nuestro ha sido el despertar de un sueño largamente anhelado, un sueño que ha unificado clases y grupos sociales, partidos y pensamientos; una cultura se ha ido asentando, convirtiendo a muchos españolitos y españolitas en triunfadores, los campeones de una liga (europea y mundial) que nos situaba entre los mejores. Zapatero dixit: primero alcanzaremos a Italia, después a Francia y, más allá, todo o casi todo para un pueblo que supera sus atavismos históricos y se incorpora al pelotón de los ganadores. Algunos, más cultos, hablaron de plena integración en la modernidad. ¡Qué inmenso complejo de inferioridad!

Se trata del final de un sueño. La primera reacción es de incredulidad: esto no puede pasar y si pasa, será necesariamente breve. Lo dicen los “neutrales” medios y el siempre preclaro gobierno español lo anuncia: “brotes verdes”. Después, incertidumbre y miedo: ¿será posible de nuevo? ¿nos encontraremos como en los 70?, es decir, paro, retroceso en el nivel de vida y restricciones en el consumo. ¿Cómo se pagarán las hipotecas? ¿cuál trabajo y qué tipo de trabajo? La situación actual del precariado oscila entre la marginalidad liberadora y el colchón familiar. Mañana, seguramente, rabia, impotencia y frustración, deseo de volverse a dormir para engarzar con un sueño que era bueno y confortante y que apenas se ha podido vivir. Al final, todo dependerá de la duración y de la intensidad de la crisis.

Parece claro que el debate real está entre los que argumentan –los datos están ahí y no se pueden negar– que estamos ante una recesión global, y aquellos que pensamos que esta recesión abre una inédita y compleja depresión también global. Una y otra posición están de acuerdo en algo fundamental: nada será ya igual que antes y muchas, muchísimas cosas van a cambiar a medio y largo plazo.

Otro dato concita muchos acuerdos: la crisis española es específica y se tardará mucho en salir de ella. Zapatero, con mucho oportunismo e intuición, parece que toma nota. De hecho, en España convergen dos crisis que se alimentan mutuamente: la crisis económica internacional y la crisis del patrón de crecimiento dominante en los últimos doce años.

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2. Descripción: del virus mutante al efecto boomerang

La metáfora del virus mutante es de Jacques Sapir: primero, crisis de las subprime y del entero sistema hipotecario norteamericano; después, el virus muta: crisis financiera norteamericana y su extensión al conjunto del sistema financiero mundial. Más tarde, una nueva mutación vírica: la economía real recibe ya todos los efectos negativos y se desencadena, por ahora, una recesión global. El retroceso de la economía real agrava la crisis financiera, el efecto boomerang, en un juego pernicioso donde el “efecto riqueza inverso”1 y la activación de los famosos CDS (credit default swaps)2 se engarzan y se autoimpulsan. La contracción del crédito, la devaluación radical de los activos, la brusca caída de la demanda y la insolvencia general, agravan la situación de las empresas y de las familias y sitúan al sistema financiero ante nuevas dificultades. Un sistema, digámoslo claramente, en quiebra en todas partes.

La primera cuestión que hay que señalar con rotundidad es que esta es una crisis anunciada. No se sabía, obviamente, la fecha y la hora, pero que todo el andamiaje de la llamada “globalización financiera” tenía una “inherente tendencia a la inestabilidad y la crisis” (Hyman Minsky) era un dato de la realidad difícil de ignorar aunque fuera ocultado sistemáticamente por los gobiernos, las organizaciones internacionales y los medios de (des)información; estos últimos, colaboradores consciente y necesarios en la “heroica” tarea de no alarmar, no crear incertidumbres y defender “patrióticamente” la economía nacional. Los avisos eran cada vez más atronadores y los destrozos cada vez más grandes: México 1994, crisis asiática 1997-1998, crisis rusa 1998, Brasil 1999, Estados Unidos 2001-2022, crisis de los punto.com y “el corralito” argentino, etc. Así, según Susan George, hasta más de cien crisis financieras en los últimos veinte años. En este contexto, decir que la crisis pilló de sorpresa a los gobiernos y a las entidades es mentir descaradamente y no reconocer algo decisivo: que el modo normal de funcionamiento de la globalización neoliberal ha sido la creación y recreación de burbujas sucesivas que agravaban la crisis y donde la anterior creaba y alimentaba las condiciones para la posterior. No sin razón, Robert Brenner ha podido definir esta etapa abierta tras la crisis de los 70, como la de una “economía política de la burbuja” o, para decirlo como lo hace John Bellamy Foster, como la configuración de un tipo de acumulación de “capital monopolista financiero” .

3. El núcleo geoeconómico de la crisis y su centro de anudamiento geopolítico: la hegemonía de los EEUU en el centro de todas las batallas

Hay cuatro cuestiones especialmente relevantes que se entrelazan y anudan en estos escenarios: a) las políticas neoliberales; b) el nuevo régimen financiero internacional; c) la financiarización de la economía y d) la crisis de hegemonía de los EEUU.

a)Veinte años de hegemonía neoliberal demuestran con mucha claridad su carácter de clase y (contra) revolucionario. El objetivo era –Harvey lo ha señalado con mucha fuerza– restaurar el poder de las clases económicamente dominantes y hacer retroceder sustancialmente los derechos históricamente conquistados por el movimiento obrero organizado en particular, y la ciudadanía en general, después de dos guerras mundiales y millones de víctimas que las clases subalternas, como siempre, dejan como tributo a mayor gloria de unos cambios históricos siempre reversibles y provisionales.

El “Estado social” (como instrumento de control y regulación de los mercados), la “democracia de masas” (como modo de intervención y participación política de los trabajadores) y el “pleno empleo” (como objetivo central de las políticas económicas y fuente del poder social de la clase obrera en la fábrica y en la sociedad) se convirtieron en enemigos a batir en un proceso de “lucha de clases organizada y dirigida desde arriba”, audazmente puesto en práctica, en el cual se combinaban el uso reaccionario del aparato del Estado, la ofensiva político-cultural y unas exitosas alianzas sociales al servicio de un individualismo de masas sólidamente implantados en los imaginarios colectivos, colonizados por los medios de manipulación y demás industrias de la organización del entretenimiento. La derrota de la experiencia del “socialismo real” cerró el circulo y legitimó la nueva cultura hasta convertirse, tal era su predominio, en el sentido común de una época, en el “pensamiento único”.

b) No fue casual que el epicentro de la contraofensiva estuviera situado en el mundo anglosajón y específicamente en los EEUU. La crisis del sistema de Bretton-Woods, en un contexto de gravísima crisis económica y de cuestionamiento de la hegemonía norteamericana, ponía de manifiesto que se había entrado en una fase sustancialmente nueva y que el orden surgido después de la segunda guerra mundial ya no respondía a la correlación de fuerzas entre las clases y los Estados.

Lo ocurrido después enseña mucho y convendría no olvidarlo en este complejo presente. No sin dificultades, las clases dominantes norteamericanas respondieron duramente y consiguieron restablecer su hegemonía por una larga temporada. El “golpe” de Nixon de agosto de 1971, suspendiendo la convertibilidad del dólar en oro, inició una etapa de conflicto y de inestabilidad que tendría su continuidad en el “tratamiento de choque” de Volcker –de Octubre del 1979 hasta agosto de 1982– consistente, entre otras medidas, en subidas brutales de los tipos de interés y el retorno a la ortodoxia monetario-financiera. Esta política provocó una descomunal recesión económica mundial, la desestructuración de la clase obrera y de la entera industria norteamericana, la crisis de la deuda de tercer mundo y el surgimiento de un nuevo régimen monetario internacional, al que Peter Gowan ha denominado “sistema Dólar-Wall Street”. Desde ese momento, la Reserva Federal y el Tesoro conseguirían libertad absoluta para hacer y deshacer con su monedapapel, sin más respaldo que su control del sistema financiero internacional y su indiscutida capacidad política y militar. En definitiva, una verdadera “destrucción creativa” al servicio de una gigantesca reestructuración económica y social que modificó sustancialmente la correlación de fuerzas existente, garantizó el monopolio del sistema financiero norteamericano y, lo que era más importante, impulsó lo que se dio en llamar la globalización y la hegemonía de las políticas neoliberales. No fue, por tanto, poca cosa.


(Este artículo fue publicado en el número 260 de la revista El Viejo Topo).


SIGUIENTE ARTÍCULO: Política de las crisis y crisis de la política (emancipatoria) (II)


*Manuel Monereo es politólogo, abogado laboralista y militante histórico del PCE e IU


1 El llamado efecto riqueza aparece cuando se incrementa el valor de los activos, independientemente de los ingresos..

2 Un tipo de derivados que protegen de los riesgos de impago y que son entre 60 o 70 billones de dólares que circulan por todo el sistema financiero internacional.

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