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jueves, 17 de septiembre de 2009

Neoliberalismo. Auge y miseria de una lámpara maravillosa (III)

ARMANDO FERNÁNDEZ STEINKO*
Feb 2009


Los bienes inmuebles son los protagonistas del tercer acto. España es el campeón en este negocio tan especial y no es casual que se convirtiera en el nuevo héroe, en el adelantado en la tercera fase de la representación. La política española de fomento de la adquisición de viviendas y de creación de muchos pequeños propietarios de bienes inmuebles ya viene de los tiempos de Franco y el Partido Popular la desempolvó nada más tomar el poder en la segunda mitad de los noventa. A pesar de las campañas masivas para asustar a la población y convencerla de que los planes públicos de pensiones no son viables por razones demográficas, a pesar de la subida de la bolsa, de la publicación diaria de noticias bursátiles destinada a crear un sistema financiero con participación popular como el de los países anglosajones. A pesar de la desgravación fiscal de los beneficios obtenidos de las plusvalías bursátiles, de la nueva carnaza de empresas privatizadas arrojada al mercado, sigue habiendo pocas familias en España con economías realmente encadenadas a la bolsa: un billón de euros de activos financieros hacia el año 2000 que no acaba de aumentar realmente. Estos activos están concentradas en el segmento de los dentists & doctors: los profesionales liberales de alto estánding que en los Estados Unidos pueden ser un millón debido al gran negocio que representa un sistema sanitario privado9, pero que en España no son muchos más que algunos miles. Algunos coquetean con renta variable, la clase media compra planes de pensiones pero todo ello es insuficiente para todo lo que se espera de la bolsa: crear consumo sin trabajo, hacer de lámpara maravillosa. Sin embargo España es un país de muchos propietarios de activos inmobiliarios (casi cuatro billones de euros hacia 200310). Es verdad: también en Gran Bretaña suben de forma vertiginosa las viviendas entre 1994 y 2005 (un 120%), en los Estados Unidos la cosa tampoco es despreciable (aumento del 70%) y el mundo11 que abre excelentes perspectivas para la creación de un capitalismo popular inmobiliario basado en principios idénticos al que rigen el sistema financiero popular, pero aparentemente más sólido, queda respaldado por unos bienes raíces relativamente bien distribuidos. El crecimiento de unos activos inmobiliarios mejor repartidos capitalizan de la noche a la mañana las economías domésticas sin necesidad de subir salarios, de revolucionar un sistema productivo sin inventiva, de luchar contra la precariedad laboral, de incrementar la productividad y equilibrar la balanza comercial, en plata: sin reducir el endeudamiento. Las escrituras reflejan un valor patrimonial en constante crecimiento que permite respaldar un endeudamiento familiar destinado a comprar una segunda residencia, un coche nuevo, a arreglar la cocina o a cambiar un piso en una barriada obrera por un adosado en una zona de clase media con colegio privado concertadito para los hijos: tres billones de euros en créditos destinados a estos menesteres en 2003.

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La ley del suelo de 1997 es el big bang del tercer acto, versión española. Todo el país se convierte en urbanizable, las promotoras ponen encima de la mesa la creación de puestos de trabajo en un país hambriento de empleo y con la mayor temporalidad de Europa y las elites patrioteras del Partido Popular no tienen ningún escrúpulo en legislar para que literalmente se machaque el país que tanto dicen amar: su paisaje, sus ciudades y pueblos, su naturaleza, sus costas. Son los años de la edad de oro de la derecha hortera, la oportunidad de personajes como Jesús Gil o Zaplana especializados en hacer que segmentos amplios de la población pillen tajada mientras todos miran a otro lado para no ver una destrucción casi tan grande como la de una guerra. Cuando en los Estados Unidos estalla la burbuja punto com, que había soportado la creación de valor de los noventa, muchos bancos de inversión como el desaparecido Lehman Brothers canalizan miles de millones de inversiones hacia activos inmobiliarios españoles catapultando los precios un poco más hacia arriba, y llegan a crecer hasta un 17% en un sólo año. Ciertamente parece difícil encontrar un negocio más rentable en el mundo. Es una economía especulativa aún más radical, aún más falta de escrúpulos, aún más lucrativa y más mentirosa para con todo: con los balances de las empresas que la alimenta o con la definición de los principales enemigos en el mundo y en la mentira de las Azores queda de nuevo escenificada la fusión entre militarismo y finanzas. Pero también es más popular, aún mucho más destructiva pues aquí se destruye riqueza inmueble que, por lo demás, no es del todo cuantificable con sistemas de contabilidad de tipo capitalista. Todos quieren participar en el banquete, todo el mundo se compra un piso, un chalet o un apartamento en la costa o en el pueblo. Es una inversión de futuro en un país sin seguridad laboral ninguna y un mercado de trabajo por los suelos que se parece mucho a lo que hacen las clases populares norteamericanas y británicas a las que no les queda más remedio que jugarse sus ahorros en la especulación ¿se les puede culpar de ello? La burguesía financiera e inmobiliaria ha encontrado sólidos aliados entre las clases medias e incluso entre sectores de las clases populares que antes votaban a la izquierda ¿pero son las clases populares responsables de esta situación? El que diga que sí le estará haciendo la cama a la ultraderecha.

Recordemos, sin embargo, que hay una condición esencial para que todo esto se mantenga en pie: la estabilidad monetaria. La peseta había sido incapaz de soportar el edificio pero a partir del 2000 se ha incorporado al poderoso euro, con lo cual puede seguir la fiesta, la maravillosa lámpara hispana creadora de valor. El euro es sostenido por los trabajadores alemanes, franceses e italianos que no paran de producir sin ver mejoras salariales por ningún sitio mientas en España se dispara el consumo sin trabajo, prolifera la borrachera del consumo y el déficit de la balanza comercial alcanza los niveles más altos del mundo en términos porcentuales (más del 10% del PIB en 2007 frente al 3% al inicio del segundo acto, en 1992). Es imposible, completamente imposible avanzar hacia la integración real de Europa con balanzas comerciales tan desiguales. Pero incluso entre las grandes economías exportadoras europeas el neoliberalismo crea inseguridad: ¿no habría que imitar el modelo español-anglosajón que crece casi al doble que nosotros, no habría que dejar de lado la sustancia productiva del capitalismo renano y olvidarse para siempre de la sociedad del trabajo? Los sindicatos están desconcertados viendo como los private equity funds compran las empresas más emblemáticas del capitalismo continental y las revenden después de reventarlas. La especulación contagia a toda Europa donde también crece la demanda de productos financieros de alto riesgo (los hedge un 700% entre 2000 y 2005)...12

Pero también el tercer acto llegó a su fin, esta vez definitivamente. Por mucho que digan los monetaristas: la economía no es pura preferencia, no es pura confianza, no es pura subjetividad. La economía tiene siempre un sustrato definido por un equilibrio objetivo entre producción y consumo, por la generación y el reparto del excedente entre clases sociales: no hay lámparas maravillosas. La creación de valor sin trabajo es una quimera tan imposible como la posibilidad de mantener un crecimiento indefinidamente a costa de los salarios. La bolsa no es más que una reclamación de riqueza futura, de riqueza que aún nadie ha creado a cambio de un título de propiedad, de forma que siempre hay alguien que tiene que producir lo que reclaman cada vez más rentistas. El capitalismo siempre tiende a reducir los salarios frente a la productividad y el capitalismo financiero tiende a multiplicar los que reclaman riqueza futura frente a los que la generan efectivamente. Pocos trabajadores para tantos rentistas y un solo burro cargando con demasiados viajantes. Al final siempre hay alguien que se baja el primero: cuando el burro da síntomas de no poder seguir cargando con todos los rentistas bursátiles e inmobiliarios del mundo que quieren viajar sin mancharse los pies, sin trabajar.

Entonces viene la desbandada. Ni siquiera la guerra contra Sadam pudo impedir la subida de los precios del crudo a medio plazo. La inflación empezó a dar síntomas preocupantes y la especulación con futuros petroleros la atizó aún un poco más. Los tipos subieron y ahí empezó el principio del fin. La burbuja inmobiliaria empezó a deshincharse, y con ello el sustrato material del tercer acto, pues de los incrementos del precio de las viviendas dependía toda la cadena. En los Estados Unidos las clases populares no tienen patrimonio propio que soporte el endeudamiento, no tienen parientes solidarios con pisos que puedan avalar su deuda en momento de necesidad, no existe el comunismo familiar que tenemos en España. Se les concedieron hipotecas no respaldadas por su trabajo pero sí por el incremento incesante del precio de los bienes inmuebles que era lo único que podía respaldar una crecida de tipos por medio de la renegociación de las hipotecas. Las instituciones financieras habían convertido toda esa deuda hipotecaria en activos negociables, es decir, en valores comercializables (titulización) mezclándolos con hipotecas contraídas por clientes solventes para mejorar su imagen y confundir al comprador final de la deuda que ya no sabía realmente qué estaba comprando. Es el problema que lleva implícita la reducción de la intermediación bancaria: ya no hay nadie que responda directamente por un crédito, las deudas se compran y se venden y nadie sabe ya quién es el verdadero endeudado: si un autónomo que subsiste arreglando cañerías o un gran potentado de Chicago. Los gobiernos habían permitido manipular los balances, hacer dobles contabilidades con tal de que las instituciones financieras pudieran mejorar su imagen y revaluarse en bolsa, con tal de que pudieran prestarse dinero entre ellas. Y ahora nadie sabe ahora dónde está el valor objetivo y donde acaban los valores ficticios, dónde empieza la solvencia y dónde termina el maquillaje. Todos han hecho las mismas trampas y todos se reconocen mutuamente como infractores, con lo cual nadie se fía de nadie.

La cosa estalló en la primavera de 2008 con el banco de inversión Bear Stears, el quinto de los Estados Unidos y el segundo broker del país. Había concentrado todo su negocio en comprar y vender paquetes de deuda hipotecada mezclada cuyo valor real era imposible de objetivar. El negocio consistía en tomar prestado dinero a corto plazo a bajo interés y bajos tipos de interés y prestar a largo plazo a altos tipos de interés en forma de hipotecas para obtener un beneficio o spread del diferencial entre ambos tipos. Con el fin de poder financiarse a corto, la empresa necesitaba cuidar escrupulosamente su imagen de solvencia, pero una mañana se corrió el rumor de que había pedido medicina a la Reserva Federal. Los acreedores, las instituciones financieras que prestaban a corto plazo, exigieron la devolución inmediata de sus créditos y todo se derrumbó como un castillo de naipes. Lo específico de esta crisis, sin embargo, es la combinación entre crisis financiera y sobreacumulación crónica a nivel planetario nacida de un aumento extraordinario de las capacidades productivas en zonas que hasta ahora no formaban parte de la esfera capitalistas del planeta y en un contexto de estancamiento de los salarios a nivel mundial. Se puede decir que es la primera crisis auténticamente planetaria y global tal y como fue descrita por los clásicos del socialismo en el siglo XIX.


(Este artículo fue publicado en el número 253 de la revista El Viejo Topo).


SIGUIENTE ARTÍCULO: Neoliberalismo. Auge y miseria de una lámpara maravillosa (y IV)


*Armando Fernández Steinko es economista, profesor y colaborador habitual de El Viejo Topo


9 S. Schulmeister: “Finanzspekulation, Arbeitslosigkeit und Staatsverschuldung”, en: L Huffschmidt et al. (eds.): Finanzinverstoren: Retter oder Raubritter? VSA, Hamburgo 2007.

10 O. Carpintero/J. M. Naredo/C. Marcos: “El patrimonio en vivienda y su distribución regional” en: http://habitat.aq.upm.es/boletin/n34/ajnar.html#2

11 J. O. Bover et al.: “La situación patrimonial de las familias españolas: una comparación macroeconómica con Estado Unidos, Italia y el Reino Unido”. Boletín Económico del Banco de España, 4/2005 y Davis et al.: The World Distribution of Houshold Wealth. World Institute for Development Economic Research–United Nations University, Helsinki 2006.

12 J.Huffschmidt: “Internationale Finanzmärkte, Entwicklung, Akteure”, en: J. Huffschmidt et al. (eds.): Finanzinverstoren: Retter oder Raubritter? VSA, Hamburgo 2007.

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