Este blog pretende ser una herramienta de formación y aprendizaje que, a través de vídeos, artículos de prensa, archivos de audio, etc., nos invite a la reflexión y nos facilite la comprensión de la realidad social desde una perspectiva de izquierdas, alternativa a la de la ideología dominante y sus altavoces, los grandes medios de comunicación.
Si estás interesado en colaborar, en añadir alguna lectura o vídeo, o quieres saber algo más sobre alguna cuestión, no dudes en dejar un comentario en el artículo correspondiente o contactar con nosotros a través de la pestaña 'Contacto'.

jueves, 29 de octubre de 2009

El ADN de la burbuja inmobiliaria

La plataforma de afectados por la hipoteca presenta El ADN de la burbuja inmobiliaria un vídeo que analiza las causas de la crisis hipotecaria en la que nos encontramos. La voz de los hipotecados de la plataforma se mezcla con declaraciones de políticos, supuestos expertos y con los spots publicitarios que lanzaban las entidades bancarias durante los años del boom inmobiliario. De este modo, se intenta recrear el contexto antes del estallido de la crisis. La intencion de este vídeo es denunciar la responsabilidad de las administraciones públicas por haber empujado a los ciudadanos de este país a hipotecarse de por vida con tal de poder acceder a una vivienda y la usura de las entidades bancarias.

El ADN de la burbuja inmobiliaria from Afectadosporlahipoteca on Vimeo.

lunes, 26 de octubre de 2009

Concepción materialista de la historia en Karl Marx (y II)



2. ECONOMÍA, POLÍTICA E IDEOLOGÍA. ESTRUCTURA Y SUPERESTRUCTURA

Así como Darwin descubrió la ley del desarrollo de la materia orgánica, Marx descubrió la ley del desarrollo de la historia humana: el hecho, tan sencillo, pero oculto hasta él bajo la maleza ideológica, de que el hombre necesita, en primer lugar, comer, beber, tener un techo y vestirse antes de poder hacer política, ciencia, arte, religión, etc.; que, por tanto, la producción de los medios de vida inmediatos, materiales, y por consiguiente, la correspondiente fase económica de desarrollo de un pueblo o de una época es la base a partir de la cual se han desarrollado las instituciones políticas, las concepciones jurídicas, las ideas artísticas e incluso las ideas religiosas de los hombres, y con arreglo a la cual deben, por tanto, explicarse, y no al revés, como hasta entonces se había venido haciendo. Discurso ante la tumba de Marx. F. Engels

La historia de la humanidad puede verse, entonces, como una sucesión de modos de producción. A cada modo de producción le corresponde un “modelo ideológico” diferente, con un derecho, una política, un arte y una religión. Este modelo ideológico es lo que Marx llamó “superestructura”. La superestructura viene “pegada”, digamos, a la estructura económica de la sociedad, depende de ella.

Los términos “estructura” y “superestructura” están muy bien escogidos. Imaginémonos un edificio en construcción: los albañiles acaban de terminar la estructura de hormigón que sostendrá el bloque de varias plantas. Esta estructura básica son los cimientos, los pilares, los muros y las vigas. Sobre ella se levantarán luego las paredes exteriores y los tabiques (paredes que no soportan peso), y el resto de cosas que vemos en un edificio, como las puertas, ventanas, escaleras… y sobre todo la pintura y los adornos.

La superestructura se pega sobre la estructura, es lo que se ve a simple vista, pero no es ni mucho menos lo más importante. Para conocer realmente una sociedad hay que fijarse en su estructura material o económica, no en los libros de los filósofos ni en la vida de los reyes (la pintura de las habitaciones y los cuadros del pasillo), porque generalmente estas cosas no son más que simple decoración.

Leer más...

Las instituciones políticas, las concepciones jurídicas y las ideas artísticas y religiosas de las personas deben explicarse por la Economía de su sociedad, “y no al revés, como había venido haciéndose”.

Pongamos algunos ejemplos:

- Sobre las concepciones jurídicas. Durante siglos, los nobles (y la Iglesia) han estado exentos de pagar impuestos al rey de turno, entre otros privilegios legales. Cuando al fin esto cambió, algún ideólogo de la superestructura podría haber dicho (probablemente se hizo) que se habían dado cuenta, como se piensa ahora, que la ley debe ser igual para todos.

El/la investigador/a de la estructura encontraría sin duda otras razones: por ejemplo, los privilegios legales de los nobles se abolieron en tal país en el mismo momento en que la burguesía, que sí pagaba impuestos y carecía de otros privilegios, alcanzó el poder político gracias a su nuevo potencial económico. ¿Casualidad?

- Sobre las instituciones políticas. A la pregunta ¿cuándo empezó a haber instituciones políticas que (al menos en teoría) representen al pueblo? El teórico que vive en la superestructura (un hegeliano, por ejemplo) responderá: cuando la idea de que eso era lo justo y necesario se presentó en la mente de los dirigentes.

El otro, el que busca las claves en el fondo económico y material, responde: empezó a haber instituciones políticas que representan al pueblo cuando éste, convertido ya en el productor sobre el que se sustenta la economía de la sociedad, tomó conciencia de ello. Una vez que conoció su fuerza empezó a hacer uso de ella por medio de sus principales armas: la solidaridad obrera y las huelgas. Los dirigentes capitalistas no tuvieron más remedio que hacer ciertas concesiones para no verse arrollados y arruinados por el empuje obrero. Entre estas concesiones estaba la de crear instituciones que representasen (al menos en teoría) al pueblo.

- Sobre otras ideas. Marx escribe: “El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia.” Es decir que cada uno tiene las ideas que tiene dependiendo de cómo sea la sociedad en la que vive y dependiendo también del lugar que ocupe dentro de esa sociedad.


3. LA LUCHA DE CLASES COMO MOTOR DE LA HISTORIA

Según la concepción materialista “la historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases”.


No hay mejor actividad en este punto que seguir leyendo las primeras páginas del Manifiesto Comunista (para leer entero este texto ver bloque 4).

Toda la historia de la sociedad humana, hasta la actualidad, es una historia de luchas de clases.
Libres y esclavos, patricios y plebeyos, barones y siervos de la gleba, maestros y oficiales; en una palabra, opresores y oprimidos, frente a frente siempre, empeñados en una lucha ininterrumpida, velada unas veces, y otras franca yv abierta, en una lucha que conduce en cada etapa a la transformación revolucionaria de todo el régimen social o al exterminio de ambas clases beligerantes.

En los tiempos históricos nos encontramos a la sociedad dividida casi por doquier en una serie de estamentos , dentro de cada uno de los cuales reina, a su vez, una nueva jerarquía social de grados y posiciones. En la Roma antigua son los patricios, los équites, los plebeyos, los esclavos; en la Edad Media, los señores feudales, los vasallos, los maestros y los oficiales de los gremios, los siervos de la gleba, y dentro de cada una de esas clases todavía nos encontramos con nuevos matices y gradaciones.
La moderna sociedad burguesa que se alza sobre las ruinas de la sociedad feudal no ha abolido los antagonismos de clase. Lo que ha hecho ha sido crear nuevas clases, nuevas condiciones de opresión, nuevas modalidades de lucha, que han venido a sustituir a las antiguas.
Sin embargo, nuestra época, la época de la burguesía, está caracterizada por haber simplificado estos antagonismos de clase. Hoy, toda la sociedad tiende a separarse, cada vez más abiertamente, en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases antagónicas: la burguesía y el proletariado.

En última instancia, la lucha de clases no es más que la lucha contra la explotación. Una lucha entre los/as explotados/as contra los opresores.


4. LA REVOLUCIÓN COMO UN CAMBIO EN LAS RELACIONES DE PRODUCCIÓN

¿Cómo y por qué se da el paso de un modo de producción al siguiente?

Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí.


Con un ejemplo lo veremos más fácilmente. Lo tomamos de Marx, cuando habla de la acumulación originaria del capital, en El Capital, cap. XXIV.

En la Edad Media, la propiedad de los medios de producción y del suelo era mayoritariamente individual. Pequeños propietarios, como los campesinos y los artesanos, trabajaban y vendían sus productos individualmente.

Pero llegado un momento se descubrió cómo hacer crecer las fuerzas productivas muy por encima de donde estaban: la primera fase del capitalismo, la cooperación simple y su división del trabajo dentro de una fábrica.

Para los artesanos y los pequeños campesinos era el principio del fin. Primero, porque con el nuevo método la producción se multiplicaba y los costes se abarataban, así que ellos no podrían competir con precios tan bajos. Segundo, porque el nuevo burgués usó de todas las armas a su alcance para quedarse con el monopolio del negocio, desde la competencia hasta la violencia, pasando por un Derecho hecho a la medida de sus intereses.

El modo de producción feudal de pequeñas propiedades no podía contener las nuevas fuerzas productivas, que al desarrollarse transformaron toda la superestructura ideológica y política. La propiedad privada de cada individuo sobre sus instrumentos de trabajo desapareció. El artesano se vio obligado a trabajar para otro, junto a sus compañeros desposeídos. El campesino se vio obligado a labrar una tierra que no era suya, que quizás lo había sido, pero que había tenido que venderla o simplemente se la quitaron con la ley o la espada en la mano.

En la superestructura el conflicto se vivió como una lucha entre dos modos de vida contrapuestos, y en realidad lo eran: dos modos de producción diferentes con su caparazón ideológico distintivo.

La nueva clase social, la burguesía, con su nueva forma de hacer las cosas, dinamitó los cimientos de la sociedad feudal. Los cambios en la Estructura Económica, provocados por el desarrollo de las fuerzas productivas puestas en juego por la burguesía, revolucionaron la estructura de la sociedad. Con la burguesía nació otra nueva clase social, la de los trabajadores asalariados o proletarios.


5. LA REVOLUCIÓN COMUNISTA

Las relaciones burguesas resultan demasiado estrechas para contener las riquezas creadas en su seno. ¿Cómo vence esta crisis la burguesía? De una parte, por la destrucción obligada de una masa de fuerzas productivas; de otro, por la conquista de nuevos mercados y la explotación más intensa de los antiguos. ¿De qué modo lo hace, pues? Preparando crisis más extensas y más violentas y disminuyendo los medios para prevenirlas.

Las armas de que se sirvió la burguesía para derribar al feudalismo se vuelven ahora contra la propia burguesía.

Pero la burguesía no ha forjado solamente las armas que deben darle muerte, ha producido también los hombres que empuñarán esas armas: los obreros modernos, los proletarios.” K. Marx. Manifiesto Comunista.

Las crisis de superproducción y la destrucción de la producción y de las fuerzas productivas revela claramente que el sistema de relaciones burguesas ha quedado desfasado. Se ha hecho necesario un movimiento social que libere definitivamente esas enormes fuerzas productivas y revolucione la superestructura que se resiste a ser superada.

Este movimiento social es la Revolución Comunista.

La producción social debe ser organizada racionalmente, atendiendo a las verdaderas necesidades de toda la sociedad.

La propiedad privada de unos pocos sobre la tierra y los medios de producción y distribución, debe ser abolida. Así como la producción es social, debe beneficiarse de ella el común de la sociedad.

5. 1. La abolición de la propiedad privada

Esta idea de la abolición de la propiedad privada en que se resume, según Marx, la teoría comunista, merece por ello un tratamiento aparte. Para escuchar al propio Marx sobre ello podemos irnos al principio del Capítulo II del Manifiesto Comunista: Proletarios y Comunistas.

Allí nos aclara lo siguiente: al hablar de abolición de la propiedad privada no se refiere a la propiedad “personalmente adquirida, fruto del trabajo propio, esa propiedad que forma la base de toda la libertad, actividad e independencia individual.”

Tampoco se refiere a la propiedad del artesano pequeño-burgués ni del pequeño campesino, que aún sobreviven compitiendo con las fábricas y los latifundios, porque precisamente esa pequeña propiedad ha sido abolida por la moderna burguesía industrial casi en su totalidad. (Recordemos el paso del modo de producción feudal al modo capitalista)

La propiedad privada que tiene que abolir la Revolución Comunista es la propiedad de la burguesía moderna, que únicamente acrecienta el Capital a través del trabajo asalariado.

¿Acaso el trabajo asalariado o proletario crea propiedad para el obrero?, se pregunta Marx. De ninguna manera, responde. “Lo que crea es capital, es decir la propiedad que explota al trabajo asalariado y que no puede acrecentarse sino a condición de producir nuevo trabajo asalariado para volver a explotarlo.”

El proletario se mueve en un círculo cerrado, su trabajo consiste en enriquecer al Capital que le explota y a los propietarios del mismo, para que puedan seguir explotando más y mejor a los de su clase social.

¿Cómo es esto posible? ¿Cómo es posible que el trabajo asalariado empobrezca a los trabajadores como conjunto en vez de enriquecerlos?

En el impresionante trabajo de Marx El Capital encontramos la detallada respuesta a éstas y otras muchas cuestiones.

5.2. De la dictadura de la burguesía a la desaparición del Estado

Según Marx, el primer acto del proletariado tras la toma del poder político es la abolición de la propiedad privada. Los medios de producción pasan a ser propiedad de toda la sociedad.

Esta medida inaugura la primera fase de la Revolución comunista, llamada la “dictadura del proletariado” en contraposición a las dictaduras burguesas. En general, en esta fase se adoptarían medidas económicas, políticas y culturales encaminadas al beneficio de toda la sociedad. Al haber desaparecido los privilegios de clase, éstas irían desapareciendo.

La segunda etapa, el comunismo, es el objetivo último de la Revolución. Es una época de abundancia y plenitud, hecha posible por unos medios de producción desarrollados y puestos al servicio de toda la sociedad. Incluso el Estado, visto como un cuerpo político aparte y por encima de la sociedad, acabaría desapareciendo. En esta etapa “El gobierno de los hombres sería sustituido por la administración de las cosas”.


A MODO DE CONCLUSIÓN

Mi investigación desembocaba en el resultado de que, tanto las relaciones jurídicas como las formas de Estado no pueden comprenderse por sí mismas ni por la llamada evolución general del espíritu humano, sino que radican, por el contrario en las condiciones materiales de vida cuyo conjunto resume Hegel, siguiendo el precedente de los ingleses y franceses del siglo XVIII, bajo el nombre de “sociedad civil”, y que la anatomía de la sociedad hay que buscarla en la Economía Política”. {…} El resultado general a que llegué y que, una vez obtenido, sirvió de hilo conductor a mis estudios, puede resumirse así: en la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción, que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre al que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia. Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre así una época de revolución social. Al cambiar la base económica, se revoluciona, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella.” Prólogo de la contribución a la crítica de la Economía Política. Karl Marx (texto 2 del bloque 4)



*Estos materiales pertenecen a la colección Acercarse a Carlos Marx, elaborada por Atrapasueños para la Fundación de Investigaciones Marxistas

jueves, 22 de octubre de 2009

Concepción materialista de la historia en Karl Marx (I)

Según su amigo Friedrich Engels, los dos principales descubrimientos que le debemos a Karl Marx son la Concepción Materialista de la Historia y la revelación del secreto de la producción capitalista mediante la plusvalía. Sobre el segundo trataremos más adelante, cuando hablemos de El Capital; es el primero el que nos interesa ahora.

Pero dejemos que sea el propio Engels quién nos defina en qué consiste eso de...

La concepción materialista de la historia parte de la tesis de que la producción y tras ella el cambio de sus productos, es la base de todo orden social; de que en todas las sociedades que desfilan por la historia, la distribución de los productos, y junto a ella la división social en clases o estamentos, es determinada por lo que la sociedad produce y cómo lo produce y por el modo de cambiar sus productos. Según esto, las últimas causas de todos los cambios sociales y de todas las revoluciones políticas no deben buscarse en las cabezas de los hombres ni en la idea que ellos se forjan de la verdad eterna ni de la eterna justicia, sino en las transformaciones operadas en el modo de producción y de cambio: han de buscarse no en la filosofía, sino de la economía de la época en que se trata”. Del Socialismo Utópico al Socialismo Científico. Federico Engels.

En este párrafo aparece condensado todo lo que veremos en esta segunda parte del libro, así que nadie se preocupe si le parece en algunos puntos difícil de descifrar, porque a descifrarlo dedicaremos las páginas siguientes.

Un consejo sobre las citas que aparecerán en el texto es que se vuelva a ellas de vez en cuando, mientras se avanza la lectura, porque comprobaremos cómo van adquiriendo cada vez más y más contenido. Si ahora nos sirven de introducción, al terminar la lectura y actividades nos servirán de resumen.

Leer más...

Marx no definió en ningún lugar lo que consideraba la concepción materialista de la historia (lo hizo Engels por él), simplemente la aplicó. Era una nueva forma de estudiar Historia, pasada y contemporánea, con lo que se trataba de una nueva forma de ver el mundo. O mejor, una nueva forma de “mirar” el mundo, más penetrante, sin quedarse en la superficie de los acontecimientos, profundizando en ellos para descubrir sus causas.

Marx demostró la eficiencia de esta nueva mirada, de esta nueva concepción de la historia, en su trabajo sobre los acontecimientos revolucionarios ocurridos en Francia durante los años 1848-51. El 18 de Brumario de Luis Bonaparte fue escrito entre los meses de Diciembre de 1851 y Marzo del año siguiente, es decir casi a la vez que estaban sucediendo estos acontecimientos.

En el escrito se daban las claves de una situación que nadie entendía, ni siquiera los principales implicados, porque no eran conscientes de las fuerzas entre las que actuaban. Sólo Marx distinguió y atendió a estas fuerzas: las diferentes clases sociales y sus respectivos intereses económicos, el poder del ejército y el de la propaganda… La clave era identificar cada clase social y su interés económico particular, y así pudo entenderse que las capas trabajadoras de la sociedad se aliasen con la burguesía que los explotaba en contra de la privilegiada clase alta, o que la burguesía traicionase al proletariado una vez conseguido el poder político, etcétera.

También era importante descubrir las luchas internas dentro de cada clase, para saber cómo podían reaccionar ante los acontecimientos. Por ejemplo, era difícil que el campesinado más pobre, se aliase con el proletariado hasta el final del camino. La razón era que poseían alguna tierra y que temerían perderla con los cambios políticos, lo que les convertía en ideológicamente reaccionarios.

La lucha de clases y la atención a los factores económicos se revelaron como la clave para comprender e interpretar la gran mayoría de los cambios históricos.

Pero hay más, esta clave de interpretación de los acontecimientos históricos o sociales podía convertirse, fácilmente, en una clave de predicción de los futuros acontecimientos. Por ejemplo, observando la Inglaterra de 1852 se podía predecir que en Francia, menos desarrollada industrialmente, sucederían las mismas cosas que en Inglaterra algunos años después: despoblamiento del campo, enormes suburbios rodeando las grandes ciudades, revueltas por la mejora de las condiciones de vida…

Se podía predecir, además, con un altísimo nivel de acierto, lo que harían determinados sectores sociales cuando se encontrasen en tal o cual situación, porque los intereses de los terratenientes, burgueses o proletarios eran los mismos ya sean alemanes, ingleses, franceses, rusos o españoles.

1. LOS MODOS DE PRODUCCIÓN

1. 1. Relaciones de producción – relaciones de explotación

Recordamos que las personas, para producir, establecen una serie de relaciones entre ellas mismas y la naturaleza. Y que estas relaciones de producción se convertían con demasiada frecuencia en relaciones de explotación. Tanto que lo normal sería hablar siempre de relaciones de explotación, y rara vez de relaciones de producción.

1. 2. Relaciones de producción y forma de distribución

Cuando se habla de relaciones de producción debemos recordar siempre que se incluye el modo de distribución. A simple vista pueden parecer cosas diferentes: una cosa es producir y otra distribuir, ¿no? Y así es en realidad, son actos diferentes, pero también es verdad que la relación de producción determina el modo de distribución.

En el modo de producción feudal, por ejemplo, las relaciones de producción son señores - siervos. Esto conlleva que la propiedad de los productos es del señor, y que es él mismo el que los distribuye y se queda con los beneficios.

Las relaciones de producción burguesas son capitalistas – trabajadores/as asalariados/as. Los capitalistas son dueños de los medios de producción y de distribución. El trabajador sólo es dueño de su propio trabajo, y así, no pinta nada, ni a la hora de decidir sobre la producción, ni a la hora de decidir sobre la distribución. Ni que decir tiene que los beneficios de la venta o distribución de los productos van a parar por entero a las arcas del capitalista.

1. 3. Historia de las relaciones de producción

De las diferentes relaciones de producción podemos resaltar tres, que coinciden con tres periodos históricos sucesivos: ya sabemos, la Antigüedad, la Edad Media o Feudalismo, y el Capitalismo.

Para completar el ejercicio que realizamos en la Introducción podemos preguntarnos ahora qué medios utilizan el patricio, el noble y el burgués para obligar a trabajar al esclavo, al plebeyo y al trabajador asalariado moderno.

Estos medios son tres, que suelen ir combinados en distintas proporciones según la época, o incluso según las “necesidades” del momento: la fuerza bruta, la ideología y la presión material. Veámoslos uno a uno.

La fuerza bruta. No es necesario explicarla demasiado. El esclavo que se negaba a trabajar encontraba generalmente la tortura y la muerte como respuesta a su negativa.

La ideología. La producción es una de las formas como los hombres se relacionan con los demás y con la naturaleza materialmente. Hay otra forma de relacionarse con los demás, ideológicamente. Nuestra forma de ser y de actuar depende en una importantísima medida de las ideas que pueblan nuestra cabeza. Por ejemplo, si desde pequeño nos enseñan que tenemos que pagar tributo al Marqués de Caradura porque – “así lo quiere Dios”, o “así ha sido siempre y así debe continuar”, o “es nuestro señor natural y le debemos reverencia y respeto además de sometimiento”… acabarán convenciéndonos, por medio de las ideas, de que es nuestro deber pagarle el tributo al Marqués.

Nadie ha ejercido la violencia física sobre nosotros, pero el resultado es el mismo: el Marqués se lleva su parte de lo producido.

Esta forma de “convencer” es mucho más efectiva que el látigo, porque somos nosotros mismos los que nos obligamos a cumplir lo que se nos dice. Podemos llegar a pensar que es “malo” o “incorrecto” no pagar el tributo, cuando desde un punto de vista objetivo y justo nos están robando el fruto de nuestro trabajo.

Fuerza bruta e ideología suelen ir con frecuencia apoyándose la una a la otra: al esclavo se le dice desde pequeño que nació esclavo, que lo es por naturaleza; y no que es esclavo porque otras personas lo han esclavizado, diciendo que es de su propiedad. Si es de otra “raza” se le dice que la suya es “raza de esclavos”.

La presión material. El obrero/a asalariado/a moderno/ es un/a trabajador/a libre, ni es un esclavo ni tiene “señor natural”. Puede elegir entre trabajar con las condiciones que ponga el capitalista o no trabajar… y vivir en la miseria, en el mejor de los casos. Esta presión material es la forma más moderna de esclavitud. La presión se ejerce gracias a lo que Marx llamó “el ejército industrial de reserva”, es decir, los parados. Una de las frases favoritas del patrón es: “si no estás contento con el salario hay muchos que esperan para ocupar tu puesto.”

1. 4. Las fuerzas productivas y las relaciones de producción

Las relaciones sociales en las que los individuos producen, las relaciones sociales de producción, cambian, por tanto, se transforman, al cambiar y desarrollarse los medios materiales de producción, las fuerzas productivas. Las relaciones de producción forman en su conjunto lo que se llama las relaciones sociales, la sociedad, y concretamente, una sociedad con un determinado grado de desarrollo histórico, una sociedad de carácter peculiar y distintivo. La sociedad antigua, la sociedad feudal, la sociedad burguesa, son otros tantos conjuntos de relaciones de producción, cada uno de los cuales representa, a la vez, un grado especial de desarrollo en la historia de la humanidad. El Manifiesto Comunista. F. Engels y C.Marx

Las relaciones de producción se transforman al cambiar y desarrollarse los medios materiales de producción, las fuerzas productivas. Pero, ¿qué son estas fuerzas productivas? ¿Cómo y por qué cambian y se desarrollan?

Con los términos fuerzas productivas se designa la capacidad de producir que tienen las personas. Esta capacidad depende de factores como el número de trabajadores empleados, la organización o especialización de estos trabajadores, la intensidad del trabajo y el nivel de desarrollo tecnológico de los instrumentos que usan los trabajadores. A mayor desarrollo tecnológico, mayor especialización del trabajo.

Veamos un ejemplo de cómo se desarrollan las fuerzas productivas:

Imaginemos a 20 esclavos negros recogiendo algodón durante 16 horas en Lousiana (EEUU). Cada uno lleva una cesta colgada al cuello, y cuando la llena, va hasta un carro situado al borde del camino y la vacía allí. Recogen el algodón según les parece, primero aquí y luego allí, hasta que pasan las 16 horas. Cada uno ha recogido 5 kilos de algodón.

Al día siguiente los mismos 20 esclavos deciden (o les obligan a) organizarse y comienzan al recoger el algodón desde el punto más alejado del borde del camino, siguiendo una línea recta, mata por mata, hasta llegar al camino donde está el carro. Vacían y vuelven a empezar. Pasadas las 16 horas cada uno ha recogido 8 kilos de algodón.

Un siglo después 20 trabajadores asalariados, montados en sendos tractores, recogen cada uno, pasadas 16 horas, unos 200 kilos de algodón.

Han variado las fuerzas productivas, ¿no?

Vamos a poner otro ejemplo que nos servirá, además, para explicar las tres fases de desarrollo del capitalismo.

Durante la Edad Media la mayoría de la producción en las ciudades se efectuaba por gremios. El gremio era el conjunto de artesanos manuales que se dedicaban al mismo producto. Solían trabajar en la misma zona y vender los productos en el mismo taller (aún podemos encontrar en las ciudades alguna calle de las zapaterías, sombrererías…) Dentro del taller existía una fuerte jerarquía: había un maestro, uno o dos oficiales que aspiraban a ser maestros algún día, los aprendices, que aspiraban a ser oficiales, y los siervos.

El modo de producción capitalista cambió del todo este panorama. Las tres fases de desarrollo del capitalismo que distingue Marx son:
1. La cooperación simple.
2. La manufactura.
3. El maquinismo.

1. 5. El modo de producción comunista.

El modo de producción comunista nace como respuesta a los graves defectos existentes en el capitalismo.

Del primero de los dos defectos más graves hablamos en la introducción, al tratar la crítica de Marx a los economistas liberales. Era que a una elevadísima organización dentro de las fábricas, conseguida gracias al desarrollo tecnológico y la división del trabajo, le seguía una absoluta desorganización en la producción en toda la sociedad. Es decir, que se había conseguido fabricar una gran cantidad de productos (las fuerzas productivas habían crecido inmensamente con respecto al modo de producción feudal), pero que no había ningún plan para que la producción se ajustase a las necesidades de la sociedad. La trágica prueba de que este plan era necesario eran las crisis de superproducción, de las que ya hemos hablado.

Era a todas luces ridículo que hubiera superproducción de sombreros de copa (un artículo superfluo) cuando la mitad de las personas que vivían en los suburbios andaba descalza (artículo de primera necesidad).

¿Cómo era posible tamaña estupidez?

Pues debido al segundo gran defecto que Marx señaló del modo de producción capitalista.

Este defecto consistía en que a una producción social le seguía una apropiación individual de lo producido.

En una fábrica o en una empresa trabajan decenas, cientos o miles de personas, pero lo producido y los beneficios de las ventas se los apropia un solo individuo, el dueño.

Esta contradicción debía ser superada. La propiedad de los productos y de los medios para fabricarlos debía ser común, debía pertenecer al conjunto de la sociedad. Y así la organización de la producción obedecería a los intereses comunes y no a intereses individuales egoístas.




*Estos materiales pertenecen a la colección Acercarse a Carlos Marx, elaborada por Atrapasueños para la Fundación de Investigaciones Marxistas

lunes, 19 de octubre de 2009

Impuestos y socialdemocracia

VICENÇ NAVARRO*
22 sep 2009

Me parece sorprendente que algunas voces del Gobierno socialista español hayan expresado repetidamente su satisfacción porque España sea el país que tenga una de las presiones fiscales más bajas de la Unión Europea. Entendería que un dirigente de un partido liberal hiciera esta declaración. Pero admito que no lo entiendo en un dirigente de una formación política que se define como socialdemócrata. Y lo que todavía entiendo menos es que el motivo de satisfacción no sólo sea el hecho de que la presión fiscal sea de las más bajas de la Unión Europea, sino que se enorgullezca de que haya descendido durante el mandato del Gobierno socialista. La causa de mi sorpresa es que la socialdemocracia en Europa se ha caracterizado, precisamente, por haber aumentado la presión fiscal con el fin de expandir y enriquecer las transferencias y los servicios públicos del Estado de Bienestar que contribuyen a enriquecer la calidad de vida de toda la ciudadanía y muy en particular la de las clases populares, base tradicional de la socialdemocracia. Los datos son claros y convincentes. A mayor fuerza la socialdemocracia (e incluyo bajo este nombre todos aquellos partidos de centroizquierda e izquierda, llámense como se llamen –socialistas, socialdemócratas, laboristas o eurocomunistas- que están comprometidos en un proyecto de enriquecer la calidad de vida de la población, y muy en particular de las clases populares, a base de políticas redistributivas encaminadas a reducir las desigualdades sociales y la discriminación y explotación que las sustenta), mayor desarrollo del gasto público, incluyendo el gasto público social, mayor extensión del Estado del Bienestar y menores desigualdades. Partidos socialdemócratas o coaliciones de partidos socialdemócratas han gobernado aquellos países por mucho tiempo durante el periodo 1950-2000. Suecia (45 años), Noruega (39 años), Dinamarca (35 años), Finlandia (32 años) y Austria (31 años). El promedio de gasto público social en este grupo de países es el 30%, y su carga fiscal representa un 52% del PIB. Son los países que tienen menos desigualdades sociales y están entre los que tienen índices de mayor calidad de vida. Y tienen economías altamente eficientes. Sus tasas de desempleo están entre las más bajas de la OCDE y de la UE.

Leer más...

En el otro polo están los países de tradición anglosajona liberal (EEUU, Gran Bretaña e Irlanda), en los que la socialdemocracia ha sido históricamente débil, habiendo estado gobernados la mayoría del tiempo por partidos conservadores de orientación liberal. Su gasto público social, como promedio del grupo, es de los más bajos de los países de la OCDE (el club de países más ricos del mundo), sólo un 24% del PIB, su carga fiscal es sólo un 36%, y tienen las desigualdades sociales más elevadas, con bajos indicadores de calidad de vida. Los países del sur de Europa (España, Grecia y Portugal), son países que han sido gobernados en la mayoría de aquel periodo (en su primera parte del periodo) por regimenes fascistas o fascistoides y que heredaron Estados del Bienestar enormemente subdesarrollados y con enormes desigualdades sociales. Este subdesarrollo fue corrigiéndose durante la última etapa de aquel periodo, consecuencia de haberse establecido sistemas democráticos, aunque todavía tienen un gran retraso, poniéndolos incluso por debajo (o al mismo nivel) que algunos países liberales en su escaso gasto social. Todos ellos tienen grandes desigualdades sociales (ver Navarro, V. (ed.) Neoliberalism, Globalization and Inequalities. Baywood. 2008, y sección Economía política y Neoliberalismo, en www.vnavarro.org). En realidad, España continúa teniendo uno de los estados del bienestar menos desarrollados de la UE, e incluso de la UE-15 (que son los países de la UE de semejante desarrollo económico al español). Se mire como se mire, el gasto público social español es de los más bajos de la UE-15. El gasto público social por habitante (4.663 unidades de poder de compra), el gasto público social como porcentaje del PIB (20,3%), el porcentaje de la población adulta trabajando en los servicios públicos del estado de bienestar (escuelas, sanidad, servicios de dependencia, escuelas de infancia, entre otros, 11%) son mucho más bajos que el promedio de la UE-15 (6.737 upc, 27% y 16%, respectivamente) siendo uno de los más bajos de la UE-15. Estos datos muestran que después de treinta años en democracia continuamos estando a la cola de la Europa Social. Y un factor muy importante que explica este retraso es la subfinanciación del Estado, incluyendo su Estado de Bienestar, que es a su vez resultado de la baja presión fiscal. De ahí que estar satisfecho de tener una baja presión fiscal implica que estamos satisfechos de estar muy retrasados en nuestro Estado Social, lo cual no deja de ser sorprendente e incoherente en un socialdemócrata.

Impuestos y déficit del Estado

Los datos que acabo de presentan explican mi sorpresa y preocupación cuando leí que algunas voces del partido socialdemócrata expresaron su orgullo porque teníamos la carga fiscal más baja de la UE-15. Esta preocupación se diluyó algo cuando leí que, por fin, iban a subir los impuestos. Pensé que por fin iban a intentar reducir el déficit social en España (que es nada menos que de 70.000 millones de euros), tal como, por cierto, consta en su programa electoral. Pero me equivoqué. Inmediatamente leí que esta subida de impuestos se debía al deseo de reducir el déficit del Estado, que llegaría al 10% del PIB. No sólo me entristecí, sino que me alarmé, puesto que lo que no debe nunca hacerse ahora, en una gran recesión, cuando el desempleo llegará al 20%, es disminuir el déficit del Estado. Esto lo hizo Franklin D. Roosevelt al inicio de la recuperación económica durante la Gran Depresión, y retrasó enormemente la recuperación económica. España está todavía en una gran recesión, y no saldrá de ella a no ser que haya un gran aumento de la demanda interna, ligada al aumento del gasto público sostenido por un largo déficit. Es ilusorio creerse que este necesario incremento de la demanda interna lo vaya a resolver una bajada de impuestos tal como propone la derecha liberal española (el PP y CIU). La población está enormemente endeudada y la bajada de impuestos la utilizará predominantemente para pagar sus deudas. La evidencia de ello es abrumadora. De ahí que las propuestas de recuperación del PP y CIU reflejadas en sus documentos económicos son profundamente erróneas. Creer que la crisis enorme que estamos viviendo se puede resolver a base de expandir, todavía más, las políticas liberales, es haber perdido toda conexión con la realidad económica que nos rodea. Pero esta visión liberal aparece también en la Comisión Europea y en su comisariado de Asuntos Económicos, que está presionando a los países para que reduzcan su déficit. En realidad, el déficit debería aumentar más, a fin de estimular la economía (cuya tasa de crecimiento es negativa) a base de nuevas inversiones públicas (no sólo en infraestructuras y comunicación sino, sobre todo, en servicios públicos y nuevas energías creadoras de empleo) que deberían alcanzar hasta un 5% del PIB, como ha ocurrido en EEUU (el país que saldrá primero de la crisis). Bajar el déficit quiere decir bajar el estímulo económico. Y bajar la carga fiscal quiere decir bajar el gasto público y con ello la inversión y estímulo económico, precisamente lo contrario que debería hacerse.

¿Son los impuestos impopulares?

Ya sé que me dirán que un político tiene que ser consciente de que subir los impuestos es muy impopular, lo cual no es necesariamente cierto. Depende de quien es el que paga los impuestos y para qué fines. Le aseguro al lector que si a la ciudadanía se le pregunta “¿Está usted a favor de subir los impuestos a fin de reducir el déficit del Estado?”. La respuesta será, por gran mayoría, un no. En cambio, si a la ciudadanía se le pregunta “¿Está usted de acuerdo en que la gente más rica del país (digamos las tres decilas superiores del país) pague más impuestos para mejorar la sanidad pública (o la escuela pública, o las escuelas de infancia, o los servicios domiciliarios, o la vivienda social, o las pensiones)?” la respuesta sería abrumadoramente positiva. No se ha hecho tal pregunta en España, pero se ha hecho en EEUU y la gran mayoría ha respondido afirmativamente, mayoría que alcanza niveles por encima del 80% entre las clases populares. Ni que decir tiene que a mayor renta, menos entusiasmo por el incremento de impuestos. Es lógico que el 30% de renta superior del país (que incluye los creadores de opinión) sea reacio a la subida de impuestos. Pero no así la mayoría de la población, que sí la favorecen en caso de que tales impuestos vayan a cubrir tales déficits sociales. Por cierto, este apoyo mayoritario se mantiene cuando el objetivo de la subida de impuestos es crear empleo, como ha estado ocurriendo con el programa de estímulo económico de la Administración Obama. No así las rentas más superiores, que son las que proporcionalmente pagan más impuestos y quedan menos afectadas por los déficits de gasto público social al utilizar menos los servicios públicos. De ahí que se opongan, utilizando improperios para definir tales medidas redistributivas como “demagógicas”, “anticuadas”, “imitación de Robin Hood”, y otros insultos a la usanza de las derechas cuando las izquierdas piden que se redistribuyan los recursos.

El aumento de la presión fiscal progresiva es necesario no sólo para reducir el déficit del Estado del Bienestar, sino también para incrementar el gasto público y estimular la economía (objetivos, en sí, necesarios) y también para redistribuir la renta excesivamente polarizada en nuestro país. España continúa siendo uno de los países con mayores desigualdades sociales. La disminución de las rentas del trabajo ha creado un gran problema de insuficiente demanda y excesivo endeudamiento, mientras que las exuberantes plusvalías de las rentas del capital, invertidas en actividades especulativas, han llevado al desastre financiero. De ahí que sea necesario revertir esta enorme polarización social, causa de la Gran Depresión en el siglo XX y de la Gran Recesión ahora. Como bien dijo el Presidente Franklin D. Roosevelt, “hasta ahora sabíamos que la excesiva acumulación de riqueza, resultado de la avaricia, era un mal moral. Ahora sabemos que es también un mal económico”. Sería de desear que el Gobierno español, que se autodefine como socialdemócrata, actuara consecuentemente y viera que Roosevelt llevaba razón.


*Vicenç Navarro es catedrático de Políticas Públicas de la Universidad Pompeu Fabra y profesor de Políticas Públicas en The Johns Hopkins University

jueves, 15 de octubre de 2009

Manipulación informativa sobre Venezuela y Cuba



martes, 13 de octubre de 2009

La ignorada causa de la crisis

VICENÇ NAVARRO*
15 feb 2009

La gran polarización en la distribución de la renta, con disminución del porcentaje que las rentas del trabajo representan del total de la renta nacional (a costa del incremento de las rentas del capital, y muy en particular el capital financiero–la banca) ha sido la causa –como lo fue también de la Gran Depresión de principios de siglo XX- de las crisis económica y financiera actuales. La escasez de capacidad adquisitiva de las clases populares ha creado un problema grave de insuficiente demanda, responsable del escaso crecimiento económico. Y los exuberantes beneficios de la banca han derivado primordialmente de inversiones especulativas, creándose el complejo (capital financiero-inmobiliarias-construcción) responsable de los elevados precios de la vivienda, incrementándose todavía más el gran endeudamiento de las clases populares.

Una de las causas más importantes de la crisis económica y financiera actual que apenas ha salido en los medios de información ha sido la polarización en la distribución de las rentas que ha ocurrido desde los años ochenta en la mayoría de los países de la OECD a partir de la revolución neoliberal iniciada por el Presidente Reagan en EE.UU. y por la Sra. Thatcher en Gran Bretaña. Durante el periodo 1980-2005 hemos visto en estos países la desregulación de los mercados laborales y financieros, el aumento de la regresividad fiscal (con políticas fiscales claramente favorables al mundo empresarial y a las rentas superiores), la privatización de los servicios públicos, y el desarrollo de políticas monetarias que han favorecido al capital financiero (los bancos) a costa del mundo productivo, dando prioridad al control de la inflación sobre el estímulo económico. Tales políticas han sido promovidas a nivel mundial por el Fondo Monetario Internacional y por el Banco Mundial, y a nivel europeo por la Comisión Europea (cuyos Comisarios de Economía y Asuntos Monetarios han sido los guardianes de tal ortodoxia liberal inscrita en el Pacto de Estabilidad que ha dificultado el incremento del gasto público), y por el Banco Central Europeo (cuyas políticas de control de la inflación se han realizado a costa del crecimiento económico y de la creación de empleo). Como resultado de tales políticas ha habido en la mayoría de países de la UE un aumento del desempleo (mayor en el periodo 1980-2005 que en el periodo anterior 1950-1980 cuando las políticas existentes eran de corte keynesiano) y un descenso muy marcado de las rentas del trabajo como porcentaje de la renta nacional, descenso especialmente notable en los países de la eurozona, que fueron los que siguieron con mayor celo tales políticas. En el promedio de los países de la eurozona, las rentas del trabajo pasaron de representar el 70% de la renta nacional en 1992, a un 62% en el año 2005. En España, tal descenso fue incluso mayor. Las rentas del trabajo pasaron de representar el 72% al 61% de la renta nacional durante el mismo periodo. Este descenso de tales rentas (medidas por la masa salarial) es la mayor responsable de la caída de la demanda (causa mayor de la crisis económica).

Leer más...

Ahora bien, ¿por qué ocurre la crisis ahora y no antes? Para responder a esta pregunta tenemos que entender la otra cara de la polarización de rentas. La disminución de las rentas del trabajo como porcentaje de la renta nacional se ha hecho a costa de un crecimiento muy acentuado de las rentas del capital, y muy en especial del capital financiero. Este era, por cierto, el objetivo de las políticas neoliberales. Este crecimiento de las rentas superiores significó, sin embargo, un aumento del ahorro más que del consumo. Los ricos, al tener tanto dinero, necesitan menos para consumir y ahorran, poniendo el ahorro en bancos. De ahí que el aumento del dinero a los ricos no estimula el consumo (que es lo que se necesita) sino el ahorro y la inversión. Ahora bien, ¿dónde invierten los ricos y los bancos? (España es uno de los países con mayor número de millonarios que existen, pero que no declaran su renta). Lo hacen donde pueden sacar más beneficios. Durante estos años invirtieron no tanto en la economía productiva (donde el descenso de la demanda estaba mermando los beneficios), sino en actividades especulativas como las inmobiliarias, donde los beneficios alcanzaron dimensiones exuberantes. El complejo “capital financiero - especulación inmobiliaria – industria de la construcción”, fue durante estos años el motor del desarrollo económico tanto en EE.UU. como en España (y en Gran Bretaña), facilitado en España, cuando no estimulado por las políticas fiscales del Estado, tanto central como local que favorecieron la propiedad. Los precios de la vivienda subieron astronómicamente y las clases populares tuvieron que endeudarse hasta la médula. Recuerden que durante varios años, las empresas constructoras y la banca españolas iban a comerse el mundo. Pero se pasaron de rosca: construyeron en exceso y la burbuja estalló. Ahora el complejo “bancario-inmobiliario-construcción” tiene en sus manos nada menos que 1.6 millones de viviendas que no se venden, siendo la demanda real de sólo 220.000 unidades. Y el problema es incluso mayor pues los bancos saben que el precio de las viviendas que tienen es un 30% superior al que tal demanda determinaría. De ahí la enorme resistencia a dar créditos, pues la banca está encima de un volcán que está explotando no sólo como consecuencia del incremento de la morosidad sino también por el descenso del precio de sus activos.

Hubiera sido mejor que la banca (y las cajas) hubieran invertido más en áreas de clara necesidad social (en lugar de construir siete veces más viviendas de las que el país necesita). Y que el Estado hubiera estado dirigido por mentalidades menos liberales y más keynesianas, estimulando otra política crediticia, menos favorable a la especulación y más favorable a la producción de bienes y consumos necesarios.

¿Cuál es la solución? La derecha propone reducir los impuestos como manera de estimular la economía, lo cual se ha demostrado una y otra vez, que tiene un impacto estimulante menor, pues las clases populares, enormemente endeudadas, utilizan los fondos extras para pagar sus deudas. Más eficaz es conseguir el aumento de las rentas del trabajo (que se consumen casi en su totalidad) y el descenso de las rentas del capital, a través de políticas redistributivas; y aumentar inmediatamente la demanda a través del gasto público excesivamente bajo en España (una de las causas de su baja productividad), creando empleo en obras públicas y en servicios públicos como sanidad, escuelas de infancia, servicios domiciliarios y otros servicios que están claramente subfinanciados.


*Vicenç Navarro es catedrático de Políticas Públicas de la Universidad Pompeu Fabra y profesor de Políticas Públicas en The Johns Hopkins University