Este blog pretende ser una herramienta de formación y aprendizaje que, a través de vídeos, artículos de prensa, archivos de audio, etc., nos invite a la reflexión y nos facilite la comprensión de la realidad social desde una perspectiva de izquierdas, alternativa a la de la ideología dominante y sus altavoces, los grandes medios de comunicación.
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lunes, 31 de agosto de 2009

Vacaciones en internamiento

CARLOS FERNÁNDEZ LIRIA*
11 ago 2009

Bajo el sol de agosto, unos cuantos signos extremos anuncian nubarrones. Algunos siglos de rapiña y terrorismo colonial han desembocado en un mundo en el que la mitad de la población mundial sobrevive con menos de dos dólares diarios, al tiempo que las 84 mayores fortunas personales superan el Producto Interior Bruto de China y sus 1.200 millones de habitantes. El presidente del BBVA cobra 4,37 millones de euros (unos dos millones de pesetas diarias ) y tiene una indemnización por despido de 93,7 millones de euros; mientras tanto, la patronal ha exigido a Zapatero el despido gratis (el libre ya existe) y el PP se ha rasgado las vestiduras ante la intransigente negativa del Ejecutivo. Camps, en Valencia, va a habilitar un registro para dar identidad a los fetos y embriones; Berlusconi, en Italia, legisla para considerar delincuentes a los sin papeles y a todo el que les ayude, por ejemplo, alquilándoles una casa.

Este verano, los turistas han viajado a los hoteles de Senegal o el Caribe; mientras tanto, los senegaleses y los caribeños que visitan España pueden pasar el verano en un Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE). Sea como sea que hayamos desembocado en estas polaridades surrealistas, el hecho es que este planeta se ha convertido, para la mayor parte de su población, en una trampa mortal. Centenares de millones de refugiados y desplazados viven en campos de concentración. Y la crisis está convirtiendo el sistema económico internacional en una nueva solución final para gran parte de la población mundial. Ahora que ese concepto ya queda lejos, no se entiende cómo la población alemana pudo durante tanto tiempo mirar hacia otra parte teniendo Auschwitz delante de sus narices. Pero Auschwitz no estaba más cerca que los CIE de Aluche, en Madrid, o de Málaga. Por supuesto, es verdad que los CIE no son campos de exterminio, pero son los síntomas terribles de un mundo que para millones de personas se ha convertido en un campo de exterminio. La decisión de Berlusconi de criminalizar la existencia de los pobres es, sin duda, fascista. Pero la situación en España no es tan distinta: aquí el inmigrante ilegal tiene derecho a existir, pero no a buscarse la vida. Y el artículo 318 bis de nuestro Código Penal también castiga con prisión cualquier género de colaboración con la inmigración ilegal. Por su misma situación de ilegalidad, el inmigrante es sujeto de una infracción administrativa (prevista en la Ley Orgánica de Derechos y Libertades de los Extranjeros en España) que conlleva como sanción la expulsión de nuestro país. Incluso para garantizar que dicha expulsión se pueda llevar a cabo, puede ser internado durante 60 días en un CIE, aunque penalmente no exista nada contra él. En Italia son considerados criminales y se les interna, aquí se les interna aunque no lo sean. Esta es la lógica europea.

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Podemos mirar hacia otro lado, pero la realidad sigue ahí. Los inmigrantes internados en los CIE aseguran no haber recibido la asistencia de abogados de oficios. Esto sería una negligencia del aparato de justicia que acaba con la idea misma del Estado de Derecho. En general, son detenidos sin intérprete. Muchos han sido apaleados e insultados. Hay historias terribles en las que a veces se ha detenido y repatriado a inmigrantes separándoles de su familia. Algunas mujeres han pasado semanas en un CIE teniendo que dejar a sus hijos en la guardería. En estos centros, los inmigrantes aguardan como los turistas de un vuelo chárter a ser suficiente número para llenar un avión que les repatríe. Y en no pocos casos se les repatría a un país que no es el suyo, en el que aterrizan sin dinero ni recurso vital alguno. Es como si queriendo viajar a Londres uno se encontrara que le han dejado en Kabul, desnudo y sin ninguna posibilidad de demostrar su identidad. Las condiciones higiénicas de los CIE son peores que las de las cárceles. Muchos inmigrantes tienen que hacer sus necesidades en los patios; por la noche, en el lavabo de las celdas, porque permanecen cerradas hasta las ocho de la mañana. Estamos hablando de centenares de personas apiñadas, muchas de ellas enfermas, con dolencias que van desde el sida a la gastronteritis. No se ha habilitado ninguna plantilla de asistentes sociales. Se ha denegado la entrada a las ONG, incluso a Cruz Roja (que hasta ahora había entrado hasta en los campos nazis). ACNUR (Agencia de la ONU para los Refugiados) y CEAR (Comité español de ayuda al refugiado) han tenido muy difícil cumplir con su papel. El motivo es que los inmigrantes no son fácilmente clasificados como refugiados. Todos ellos son, sin duda, refugiados de este mundo que se ha convertido en un matadero, pero no siempre cumplen con el protocolo del refugiado político que maneja la Cruz Roja. Aunque la verdad salta a la vista: esa gente no hace otra cosa que huir de un campo de concentración. Esto es lo que el capitalismo y el neoliberalismo han hecho de sus países. Cuando un campo de concentración es tan grande como un país, como un continente, incluso como un hemisferio, es fácil sucumbir a ciertos espejismos.

Nuestras leyes de extranjería han convertido Europa en un Auschwitz invertido en el que los verdugos nos rodeamos de alambradas para protegernos del exterminio generalizado. Es chocante que haya filósofos que llamen a esta realidad nada menos que “patria constitucional”. Los nazis celebraron los privilegios genéticos de su raza aria. Nosotros celebramos nuestros privilegios históricos genocidas y los confundimos con obras del Derecho Constitucional. Así acabamos creyendo que tenemos derecho a ellos. El resultado, por ahora, no está siendo muy distinto. Pero puede empeorar.


*Carlos Fernández Liria es profesor titular de Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid

jueves, 27 de agosto de 2009

La verdad silenciada de Honduras

VICENÇ NAVARRO*
20 ago 2009

La interpretación más generalizada del porqué hubo un golpe militar en Honduras (reproducida en los cinco rotativos de mayor distribución en España) es que este ocurrió para parar el intento del presidente Zelaya de “perpetuarse en el poder”. El diario más activo en la promoción de esta explicación del golpe militar ha sido La Vanguardia cuyo corresponsal en América Latina, Joaquim Ibarz, entrevistó nada menos que al general que realizó el golpe, Romeo Vásquez, dándole la oportunidad de que lo justificara, indicando que la intervención militar era plenamente constitucional, necesaria para impedir que Zelaya se perpetuara en el poder. Ibarz entrevistó también al cardenal Óscar Rodríguez Madariaga, arzobispo de Tegucigalpa, que justificó también el golpe refiriéndose a la necesidad de recuperar la legalidad, interrumpida por el presidente Zelaya. Es interesante subrayar que hace 70 años, en España, La Vanguardia –entonces llamada La Vanguardia Española (propiedad de la familia Godó, que apoyó el golpe militar de 1936)– justificó el golpe del general Franco contra el Frente Popular, con argumentos semejantes a los utilizados ahora por los golpistas en Honduras. Según La Vanguardia Española (18-07-40), el Gobierno del Frente Popular, democráticamente elegido, había violado la Constitución, siendo necesario su derrocamiento por parte del alzamiento nacional para recuperar la legalidad.

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El sesgo conservador de la cobertura mediática de lo que ocurre en Honduras explica que ninguno de aquellos cinco rotativos haya entrevistado a personalidades hondureñas conocidas por su oposición al golpe militar. De haberlo hecho, tal como lo han hecho varios medios en EEUU, los lectores de tales rotativos tendrían información de la que hoy carecen. Además de entrevistar al cardenal progolpista, Óscar Rodríguez Madariaga, La Vanguardia podría haber entrevistado, por ejemplo, al arzobispo hondureño de Copán, Luis Alfonso Santos Villena, quien en las entrevistas que dio al Catholic News Service (04-08-09) y a la cadena de televisión CNN (06-08-09) indicó que “algunos dicen que Manuel Zelaya amenazó a la democracia al proponer cambiar la Constitución. Pero los pobres de Honduras saben que Zelaya subió el salario mínimo. Esto es lo que conocen. De lo que ellos son conscientes es de que defendió a los pobres. Esta es la razón por la que ahora están en la calle, bloqueando carreteras y pidiendo la vuelta de Zelaya”.

El presidente Zelaya, entre otras muchas medidas populares, dobló el salario mínimo, medida que enojó a la patronal hondureña; proveyó comidas gratuitas en las escuelas (el 72% de los niños hondureños en zonas rurales tienen problemas de malnutrición) y vetó la propuesta de la Asamblea Nacional de prohibir la utilización de la píldora postcoital. Estas políticas cambiaron la actitud de las clases populares hacia el Gobierno Zelaya. Tal como señaló el dirigente campesino Rafael Alegría, “Zelaya dio esperanza al pueblo”. Los sindicatos y campesinos, así como la población indígena, fueron apoyando a Zelaya que, al proceder del establishment hondureño, había tenido a tales sectores en contra. Pero en la medida que estas fuerzas populares fueron apoyando a Zelaya, la oligarquía fue movilizándose para parar tal proceso. Tal como indicó el arzobispo Luis Alfonso Santos: “Es un error asumir (como hacen los medios) que Honduras tuviera una democracia y que la Asamblea Nacional representara a la mayoría de la población hondureña. En realidad, nunca hubo democracia en Honduras. Lo que tenemos es un sistema electoral donde a la población se le ofrece la oportunidad de escoger entre candidatos que han sido elegidos por la élite política. La población no está representada ni por la Asamblea ni por la Corte Suprema, escogidas por los ricos del país. Somos el país más corrupto de Centroamérica. No podemos decir que tengamos una democracia en la que la población participe en las decisiones”.

En realidad, incluso el Departamento de Estado de EEUU en su informe sobre los “Derechos Humanos en Honduras en 2008” había indicado que “aunque la Constitución (hondureña) habla de un sistema jurídico independiente, tal sistema está muy poco financiado con muy escasos recursos, sujeto a una corruptela clientelar y a múltiples influencia políticas. La Corte Suprema nombrada por los dos grandes partidos carece de autonomía y está claramente influenciada políticamente, dentro de una cultura de corrupción”. Fue esta Corte Suprema la que ordenó la detención del presidente siguiendo las órdenes de los dos partidos políticos que dominaban la Asamblea Nacional.El nuevo presidente, Roberto Micheletti, fue una voz poderosa durante la dictadura militar y el Gobierno autoritario que le siguió. Según The New York Times (08-08-09), su jefe de campaña en las últimas elecciones, Billy Joya, fue dirigente de la Policía política en los años ochenta, responsable de las torturas y desapariciones que caracterizaron aquel periodo. Hoy es asesor del nuevo Gobierno golpista en temas de seguridad. Como señaló el arzobispo Luis Alfonso, “las personas detrás del golpe no eran demócratas. Ellos conspiraron antes para preparar el golpe y luego encontraron los argumentos para justificarlo. A ellos no les importa que niños mueran de hambre o que personas mueran en los hospitales por falta de medicinas” (entrevista del 29 de julio en la radio jesuita Progreso). El nuevo Gobierno ha iniciado una brutal represión que no ha podido parar las continuas movilizaciones populares y huelgas en contra del golpe.

En EEUU, el máximo defensor del Gobierno golpista es el abogado Lanny Davis, que representa a la Cámara de Comercio de Honduras y que fue, en su día, el representante legal de la dictadura paquistaní del general Musharraf. Hoy asesora, también, al mundo empresarial estadounidense en su intento de hacer fracasar la propuesta de ley que facilitaría la sindicalización de los trabajadores en EEUU. Fue también asesor del presidente Clinton y de la candidata Hillary Clinton, que hoy es la persona del Gobierno de Obama más tolerante con el Gobierno golpista. Todos estos datos son desconocidos por los lectores de aquellos cinco rotativos.


*Vicenç Navarro es catedrático de Políticas Públicas de la Universidad Pompeu Fabra y profesor de Políticas Públicas en The Johns Hopkins University

lunes, 24 de agosto de 2009

Voces contra la globalización. Capítulo 5: Camino de la extinción

jueves, 20 de agosto de 2009

Revancha en el laboratorio

ALEJANDRO NADAL*
05 ago 2009

El ensayo neoliberal ha concluido. Todo salió mal. No generó crecimiento, y cuando lo hubo fue sobre bases artificiales. Los equilibrios macroeconómicos crecieron y resultaron insostenibles. Las remuneraciones salariales se estancaron, lo que condujo al endeudamiento. La desigualdad y pobreza aumentaron. El sector financiero se expandió por la deficiente rentabilidad en el sector real y la crisis no se hizo esperar.

Pero dentro de todo esto una minoría se benefició. Esa elite planea no sólo continuar el experimento, sino ampliarlo. Los primeros signos se encuentran inscritos en la arquitectura y prioridades de los programas de rescate y de estímulo para frenar la recesión. Otra señal clara ya se despliega en los laboratorios de la academia.

Vamos por partes. Una lección clave de la crisis se relaciona con la teoría económica. Ahora debe quedar claro para todos que la escuela de pensamiento económico dominante, la teoría económica neoclásica, está en bancarrota. Su principal exponente, el modelo de equilibrio general, es una entelequia para la que esta crisis no debería estar sucediendo. La sofisticación matemática de la teoría de equilibrio general (TEG) sólo es comparable con la superficialidad de sus seguidores. La TEG es el artefacto ideológico más importante del neoliberalismo (y quizás del capitalismo).

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Los fracasos de ésta son múltiples. Su principal objetivo era demostrar que las fuerzas del mercado, si son dejadas en libertad, conducen a una posición de equilibrio (oferta y demanda iguales en todos los mercados). Durante años, la TEG trató de probar (a través de un modelo matemático) que la formación de precios de equilibrio es intrínseca al libre funcionamiento de los mercados.

Pero no pudo lograr su objetivo. A finales de los años 50 se alcanzaron algunos resultados que se pensó podían ser la base de una demostración general. La ilusión duró poco: en 1960, Herbert Scarf demostró con su célebre contraejemplo que no había fundamentos para apoyar esa conjetura. En 1974, los teoremas de Sonnenschein-Mantel-Debreu mostraron definitivamente que se había llegado a un callejón sin salida: la TEG nunca podría demostrar la convergencia al equilibrio. ¡Vaya resultado! Pero hay una ironía extraordinaria: en los años que siguieron, la bancarrota científica de la teoría que justificaba el credo del libre mercado coincidiría con el triunfo ideológico del neoliberalismo. Eso tiene mucho que ver con lo que sucedió en las universidades.

La teoría de equilibrio general tiene otros defectos importantes. Por sorprendente que le parezca a los lectores, esta teoría no tolera la introducción de la moneda. Sí, leyó usted bien, la teoría más sofisticada de la que se reclaman los tecnócratas aduladores del libre mercado es no monetaria y su modelo matemático es el de una economía de trueque. La paradoja es más fuerte: resulta que el modelo utilizado para justificar la apertura financiera es un modelo teórico en el que no tiene cabida la moneda. Esto es un escándalo.

La concepción idílica del libre mercado también es la base de la teoría macroeconómica contemporánea. En efecto, la nueva macroeconomía clásica (en su versión monetarista o de expectativas racionales) descansa en una fe inquebrantable en la estabilidad de los mercados. Para esta teoría, si existe flexibilidad de precios y salarios, no habrá desempleo. No importa que no se tenga la menor prueba de que el libre mercado conduce al equilibrio. No importa que muchos estudios demuestren que la flexibilidad de precios es precisamente lo que conduce a la volatilidad e inestabilidad de los mercados.

Los economistas neoclásicos, en su modalidad micro o macroeconómica, tienen una pesada responsabilidad en lo que ha sucedido en la economía mundial. Sus modelos vacíos están detrás de la divergencia entre productividad y salarios, de la desigualdad y del endeudamiento, de la idea absurda de la tasa natural de desempleo y de la especulación como leitmotiv de la vida financiera.

No será fácil cambiar las prioridades de la política económica para acceder a un modelo de desarrollo comprometido con el bienestar y la sustentabilidad ambiental. Esta crisis debería contribuir a reformular trayectorias de investigación y planes de estudio en las universidades con nuevas prioridades sobre crecimiento, salarios y remuneraciones, cartelización y corporaciones, la experiencia monetaria y el sector financiero, y, desde luego, la intersección con la base de recursos naturales.

Pero es precisamente en el laboratorio de la academia donde el establishment buscará que todo siga igual, como si la crisis no existiera. La TEG seguirá siendo objeto de enseñanza (pero sin sus deficiencias), al igual que la nueva macroeconomía clásica. Como si nada. El fuerte compromiso ideológico de los economistas neoclásicos y la flojera crónica para abrir nuevas vías de investigación harán difícil el camino. El revanchismo neoliberal en la academia buscará consolidar la stasis. Para las ciencias sociales, esto conlleva un peligro mortal. Y eso no es metáfora.


*Alejandro Nadal es economista y profesor investigador del Centro de Estudios Económicos y de El Colegio de México

lunes, 17 de agosto de 2009

Lucha de clases, no de generaciones

VICENÇ NAVARRO*
21 may 2007

La falta de ayudas a la infancia no se debe al pago de pensiones, sino a la baja inversión en política social

Se está propagando una nueva sabiduría convencional en nuestro país que asume que la lucha de clases ha sido sustituida por la lucha de generaciones, según la cual los ancianos, consecuencia de su creciente poder electoral, están absorbiendo más y más recursos públicos a costa de los recursos que deberían ir a los niños y a los jóvenes, los cuales, al no votar, no influencian a los poderes políticos.

Están, así, apareciendo un número creciente de voces que piden que se reduzcan los recursos públicos consumidos por los ancianos, incluyendo las pensiones de jubilación, voces que gozan de grandes cajas de resonancia en los medios privados y públicos de información y persuasión, detrás de los cuales hay intereses financieros (como la banca, las cajas y las compañías de aseguramiento privado) que están promoviendo la privatización de la Seguridad Social.

Así, hemos podido ver recientemente la promoción, por medios influyentes de información del país, del artículo La reforma de las pensiones, aparecido en la revista Panorama social de la Fundación de Cajas de Ahorro, publicado por el que era el subdirector del servicio de estudios del BBVA, David Taguas, antes de que sustituyera a Miguel Sebastián (que fue jefe del mismo servicio de estudios) como director de la Oficina Económica de la Moncloa. David Taguas propone retrasar la edad obligatoria de jubilación a los 70 años y calcular las pensiones sobre el promedio de los salarios que el jubilado ha tenido a lo largo de toda su vida laboral, en lugar de los últimos quince años, con lo que el valor promedio de las pensiones disminuiría alrededor de un 30%, tal como él mismo reconoce.

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Para cubrir este enorme déficit de protección social, Taguas recomienda el aseguramiento privado basado en que gran parte de la cotización del trabajador vaya a un aseguramiento individual, proponiendo pasar de un sistema de reparto en el que los trabajadores cotizantes a la Seguridad Social pagan por las pensiones de los hoy jubilados --con el entendido de que cuando ellos se retiren, los trabajadores cotizantes del momento pagarán por su pensión (según un pacto intergeneracional que ha funcionado durante muchos años)-- a un sistema de capitalización individual en el que cada persona se asegure individualmente, pagando su propia póliza de seguros. (Para una crítica detallada de tal artículo ver ¿La Seguridad Social en España es inviable? en www.vnavarro.org).

Que el Estado del bienestar español se gasta poco en los niños y adolescentes es un hecho bien documentado (ver Navarro, V., coordinador, La Situación Social de España) y que varios autores han estado denunciando hace ya años. Pero es una falta de rigor científico atribuir la baja inversión en las primeras edades y en los servicios públicos, como escuelas de infancia que facilitarían la integración de la mujer al mercado de trabajo, a un excesivo consumo de los recursos públicos por parte de los ancianos.
En contra de la percepción que se está generalizando de que las pensiones contributivas en España son excesivamente generosas, los datos muestran que, en términos comparativos con los países de semejante nivel de desarrollo que el nuestro (como son los países de la UE-15), las pensiones en España son más bajas que el promedio en aquellos países.

Mientras el PIB per cápita en España es un 97% y en Catalunya un 108% del promedio de la UE-15, las pensiones contributivas son solo el 68% del valor promedio de la UE-15 (para trabajadores en situaciones comparables, tomando el valor de las pensiones no como porcentaje de los salarios --puesto que los salarios en España son muy bajos--, sino el valor monetario total de las pensiones); y las no contributivas, el 42% del promedio de la UE-15. En realidad, y en contra de lo que se ha escrito, la pobreza en Catalunya y en España todavía se centra en la vejez además de en los jóvenes, tal como ha documentado Sebastián Sarasa en su Pobreza y rentas mínimas, en la colección citada anteriormente.

El problema real no es que los egoístas ancianos consumen demasiado a costa de los jóvenes y de las mujeres, sino que el gasto público social per cápita es el más bajo de la UE-15. Querer enfrentar a los que están siendo subfinanciados por el Estado es social y políticamente irresponsable. Lo que hay que hacer es aumentar notablemente los recursos públicos sociales que benefician a todos los grupos, tanto a los ancianos como a los jóvenes y a las mujeres. Y ahí es donde aparece de nuevo la nunca citada pero siempre presente lucha de clases. Me estoy refiriendo al comportamiento fiscal por clase social en España.

Según el informe del 2005 de la Agencia Tributaria española, aquel año los empresarios y profesionales liberales declararon como media una renta que era la mitad de la renta media declarada por los trabajadores asalariados, calculándose que el fraude fiscal (incluyendo los paraísos fiscales de la banca) alcanza más del 10% del PIB, cantidad con la cual podrían cubrirse los grandes déficits de servicios y transferencias públicas a los niños, jóvenes y ancianos, y se lograría alcanzar el nivel de cobertura y protección social que nos corresponde por el nivel de desarrollo económico que tenemos.


*Vicenç Navarro es catedrático de Políticas Públicas de la Universidad Pompeu Fabra y profesor de Políticas Públicas en The Johns Hopkins University

jueves, 13 de agosto de 2009

La pesadilla de Darwin (y II)



lunes, 10 de agosto de 2009

La pesadilla de Darwin (I)



jueves, 6 de agosto de 2009

Necesidad de una preparación ideológica de la masa (y II)

*ANTONIO GRAMSCI
May 1925


En su primera fase sindical, la lucha económica es espontánea, es decir, nace ineluctablemente de la misma situación en la que el proletariado se encuentra en el régimen burgués, pero no es por sí misma revolucionaria, es decir, no lleva necesariamente al derrocamiento del capitalismo, como han sostenido y continúan sosteniendo con menor éxito los sindicalistas. Tanto es verdad, que los reformistas y hasta los fascistas admiten la lucha sindical elemental, y más bien sostienen que el proletariado como clase no debiera realizar otra lucha que la sindical. Los reformistas se diferencian de los fascistas solamente en cuanto sostienen que si no el proletariado como clase, al menos los proletarios como individuos, ciudadanos, deben luchar también por la democracia burguesa; en otras palabras, luchar sólo para mantener o crear las condiciones políticas de la pura lucha de resistencia sindical.

Puesto que la lucha sindical se vuelve un factor revolucionario, es menester que el proletariado la acompañe con la lucha política, es decir, que el proletariado tenga conciencia de ser el protagonista de una lucha general que envuelve todas las cuestiones más vitales de la organización social, es decir, que tenga conciencia de luchar por el socialismo. El elemento "espontaneidad" no es suficiente para la lucha revolucionaria, pues nunca lleva a la clase obrera más allá de los límites de la democracia burguesa existente. Es necesario el elemento conciencia, el elemento "ideológico", es decir, la comprensión de las condiciones en que se lucha, de las relaciones sociales en que vive el obrero, de las tendencias fundamentales que operan en el sistema de estas relaciones, del proceso de desarrollo que sufre la sociedad por la existencia en su seno de antagonismos irreductibles, etcétera.

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Los tres frentes de la lucha proletaria se reducen a uno sólo, para el Partido de la clase obrera, que lo es precisamente porque asume y representa todas las exigencias de la lucha general. Ciertamente, no se puede pedir a todo obrero de la masa tener una completa conciencia de toda la compleja función que su clase está resuelta a desarrollar en el proceso de desarrollo de la humanidad, pues eso hay que pedírselo a los miembros del Partido. No se puede proponer, antes de la conquista del Estado, modificar completamente la conciencia de toda la clase obrera; sería utópico, porque la conciencia de la clase como tal se modifica solamente cuando ha sido modificado el modo de vivir de la propia clase, esto es, cuando el proletariado se convierta en clase dominante, tenga a su disposición el aparato de producción y de cambio y el poder estatal. Pero el Partido puede y debe en su conjunto representar esta conciencia superior; de otro modo, aquel no estaría a la cabeza, sino a la cola de las masas, no las guiaría, sino que sería arrastrado. Por ello, el Partido debe asimilar el marxismo y debe asimilarlo en su forma actual, como leninismo.

La actividad teórica, la lucha en el frente ideológico, se ha descuidado siempre en el movimiento obrero italiano. En Italia, el marxismo (por influjo de Antonio Labriola) ha sido más estudiado por los intelectuales burgueses para desnaturalizarlo y adecuarlo al uso de la política burguesa, que por los revolucionarios. Así hemos visto en el Partido Socialista Italiano convivir juntas pacíficamente las tendencias más dispares, hemos visto como opiniones oficiales del Partido las concepciones más contradictorias. Nunca imaginó la dirección del Partido que para luchar contra la ideología burguesa, para liberar a las masas de la influencia del capitalismo, fuera menester ante todo difundir en el Partido mismo la doctrina marxista y defenderla de toda contrafracción. Esta tradición por lo menos no ha sido interrumpida de modo sistemático y con una notable actividad continuada.

Se dice, sin embargo, que el marxismo ha tenido mucha suerte en Italia y en cierto sentido esto es cierto. Pero también es cierto que tal fortuna no ha ayudado al proletariado, no ha servido para crear nuevos medios de lucha, no ha sido un fenómeno revolucionario. El marxismo, o algunas afirmaciones separadas de los escritos de Marx, ha servido a la burguesía italiana para demostrar que por la necesidad de su desarrollo era necesario prescindir de la democracia, era necesario pisotear las leyes, era necesario reírse de la libertad y de la justicia; es decir, se ha llamado marxismo, por los filósofos de la burguesía italiana, la comprobación que Marx ha hecho de los sistemas que la burguesía empleará, sin necesidad de recurrir a justificaciones... marxistas, en su lucha contra los trabajadores. Y los reformistas, para corregir esta interpretación fraudulenta, se han hecho democráticos, se han convertido en los turiferarios de todos los santos consagrados del capitalismo. Los teóricos de la burguesía italiana han tenido la habilidad de crear el concepto de la "nación proletaria" y que la concepción de Marx debía aplicarse a la lucha de Italia contra los otros Estados capitalistas, no a la lucha del proletariado italiano contra el capitalismo italiano; los "marxistas" del Partido Socialista han dejado pasar sin lucha estas aberraciones, que fueron aceptadas por uno, Enrico Ferri, que pasaba por un gran teórico del socialismo. Esta fue la fortuna del marxismo en Italia: que sirvió de perejil para todas las indigestas salsas que los más imprudentes aventureros de la pluma han querido poner en venta. Marxistas de esta guisa han sido Enrico Ferri, Guillermo Ferrero, Achille Loria, Paolo Orano, Benito Mussolini...

Para luchar contra la confusión que se ha creado de esta manera, es necesario que el Partido intensifique y haga sistemática su actividad en el campo ideológico, que se imponga como un deber de los militantes el conocimiento de la doctrina del marxismo-leninismo, al menos en sus términos más generales.

Nuestro Partido no es un partido democrático, al menos en el sentido vulgar que comunmente se da a esta palabra. Es un Partido centralizado nacional e internacionalmente. En el campo internacional, nuestro Partido es una simple sección de un partido más grande, de un partido mundial. ¿Qué repercusiones puede tener y ya ha tenido este tipo de organización, que también es una necesidad de la revolución? La propia Italia se da una respuesta a esta pregunta. Por reacción a la costumbre establecida por el Partido Socialista, en el que se discutía mucho y se resolvía poco, cuya unidad por el choque contínuo de las fracciones, de las tendencias y con frecuencia de las camarillas personales se rompía en una infinidad de fragmentos desunidos, en nuestro Partido se había terminado con no discutir ya nada. La centralización, la unidad de dirección y unidad de concepción se había convertido en un estancamiento intelectual. A ello contribuyó la necesidad de la lucha incesante contra el fascismo, que verdaderamente desde la fundación de nuestro Partido había ya pasado a su fase activa y ofensiva, pero contribuyeron también las erróneas concepciones del Partido, tal como son expuestas en las "Tesis sobre la táctica" presentadas al Congreso de Roma. La centralización y la unidad se concebían de modo demasiado mecánico: El Comité Central, y más bien el Comité Ejecutivo era todo el Partido, en lugar de representarlo y dirigirlo. Si esta concepción fuera permanentemente aplicada, el Partido perdería su carácter distintivo político y se convertiría, en el mejor de los casos, en un ejército (y un ejército de tipo burgués); perdería lo que es su fuerza de atracción, se separararía de las masas. Para que el Partido viva y esté en contacto con las masas, es menester que todo miembro del Partido sea un elemento político activo, sea un dirigente. Precisamente para que el Partido sea fuertemente centralizado, se exige un gran trabajo de propaganda y de agitación en sus filas, es necesario que el Partido, de manera organizada, eduque a sus militantes y eleve su nivel ideológico. Centralización quiere decir especialmente que en cualquier situación, incluso en estado de sitio reforzado, incluso cuando los comités dirigentes no pueden funcionar por un determiando periodo o fueran puestos en condiciones de no estar relacionados con toda la periferia, todos los miembros del Partido, cada uno en su ambiente, se hallen en situación de orientarse, de saber extraer de la realidad los elementos para establecer una orientación, a fin de que la clase obrera no se desmoralice sino que sienta que es guiada y que puede aún luchar. La preparación ideológica de la masa es, por consiguiente, una necesidad de la lucha revolucionaria, es una de las condiciones indispensables para la victoria.


*Antonio Gramsci (1891-1937) fue un intelectual y activista político italiano

lunes, 3 de agosto de 2009

Necesidad de una preparación ideológica de la masa (I)

*ANTONIO GRAMSCI
May 1925

Desde hace casi cincuenta años, el movimiento obrero revolucionario italiano ha caído en una situación de ilegalidad o de semilegalidad. La libertad de prensa, el derecho de reunión, de asociación, de propaganda, han sido prácticamente suprimidos. La formación de los cuadros dirigentes del proletariado no puede realizarse, pues, por la vía y con los métodos que eran tradicionales en Italia hasta 1921. Los elementos obreros más activos son perseguidos, son controlados en todos sus movimientos, en todas sus lecturas; las bibliotecas obreras han sido incendiadas o eliminadas de otra manera; las grandes organizaciones y las grandes acciones de masa ya no existen o no pueden organizarse. Los militantes no participan plenamente o sólo en medida muy limitada en las discusiones y en el contraste de ideas; la vida aislada o las reuniones irregulares de pequeños grupos clandestinos, el hábito que puede crearse en una vida política que en otros tiempos parecía excepción, suscitan sentimientos, estados de ánimo, puntos de vista que son con frecuencia erróneos e incluso a veces morbosos.

Los nuevos miembros que el Partido gana en tal situación, evidentemente hombres sinceros y de vigorosa fe revolucionaria, no pueden ser educados en nuestros métodos de amplia actividad, de amplias discusiones, del control recíproco que es propio de los periodos de democracia y de legalidad. Se anuncia así un periodo muy grave: la masa del Partido habituándose, en la ilegalidad, a no pensar en otra cosa que en los medios necesarios para escapar al enemigo, habituándose a ver posible y organizable inmediatamente sólo acciones de pequeños grupos, viendo cómo los dominadores aparentemente habían vencido y conservan el poder con el empleo de minorías armadas y encuadradas militarmente, se aleja insensiblemente de la concepción marxista de la actividad revolucionaria del proletariado, y mientras parece radicalizarse por el hecho de que a menudo se anuncian propósitos extremistas y frases sanguinolentas, en realidad se hace incapaz de vencer al enemigo. La historia de la clase obrera, especialmente en la época que atravesamos, muestra cómo este peligro no es imaginario. La recuperación de los partidos revolucionarios, tras un periodo de ilegalidad, se caracteriza con frecuencia por un irrefrenable impulso a la acción, por la ausencia de toda consideración de las relaciones reales de las fuerzas sociales, por el estado de ánimo de las grandes masas obreras y campesinas, por las condiciones del armamento, etc. Así, a menudo ha ocurrido que el Partido revolucionario se ha hecho destrozar por la reacción aún no disgregada y cuyas reservas no habían sido debidamente justipreciadas, entre la indiferencia y la pasividad de las amplias masas, que, después de todo periodo reaccionario, se vuelven muy prudentes y son fácilmente presa del pánico cada vez que se amenaza con la vuelta a la situación de la que acaban de salir.

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Es difícil, en líneas generales, que tales errores no se cometan; por eso, el Partido tiene que preocuparse de ello y desarrollar una determinada actividad que especialmente tienda a mejorar su organización, a elevar el nivel intelectual de los miembros que se encuentren en sus filas en el periodo del terror blanco y que están destinados a convertirse en el núcleo central y más resistente a toda prueba y a todo sacrificio del Partido, que guiará la revolución y administrará al Estado proletario.

El problema aparece así más amplio y complejo. La recuperación del movimiento revolucionario y especialmente su victoria, lanzan hacial el Partido una gran masa de nuevos elementos. Estos no pueden ser rechazados, especialmente si son de origen proletario, ya que precisamente su adhesión es uno de los signos más reveladores de la revolución que se está realizando; pero el problema que se plantea es el de impedir que el núcleo central del Partido sea sumergido y disgregado por la nueva arrolladora ola. Todos recordamos lo que ha ocurrido en Italia, después de la guerra, en el Partido Socialista. El núcleo central, constituido por camaradas fieles a la causa durante el cataclismo, se restringe hasta reducirse a unos 16.000. En el Congreso de Liorna estaban representados 220.000 miembros, es decir, que existían en el Partido 200.000 adherentes después de la guerra, sin preparación política, ayunos o casi de toda noción de doctrina marxista, fácil presa de los pequeños burgueses declamadores y fanfarrones que constituyeron en los años 1919-1920 el fenómeno del maximalismo. No carece de significado que el actual jefe del Partido Socialista y director de Avanti sea el propio Pietro Nenni, entrado en el Partido Socialista después de Liorna, pero que resume y sintetiza en sí mismo toda la debilidad ideológica y el carácter distintivo del maximalismo de la posguerra. Sería realmente delictivo que en el Partido Comunista se verificase con respecto al periodo fascista lo que ha ocurrido en el Partido Socialista respecto al periodo de la guerra; pero esto sería inevitable, si nuestro Partido no tuviera una línea a seguir también en este terreno, si no procurase a tiempo reforzar ideológica y políticamente sus actuales cuadros y sus actuales miembros, para hacerlos capaces de contener y encuadrar masas aún más amplias sin que la organización sufra demasiadas sacudidas y sin que la figura del Partido sea cambiada.

Hemos planteado el problema en sus términos prácticos más inmediatos. Pero tiene una base que es superior a toda contingencia inmediata.

Nosotros sabemos que la lucha del proletariado contra el capitalismo se desenvuelve en tres frentes: el económico, el político y el ideológico. La lucha económica tiene tres fases: de resistencia contra el capitalismo, esto es, la fase sindical elemental; de ofensiva contra el capitalismo para el control obrero de la producción; de lucha para la eliminación del capitalismo a través de la socialización. También la lucha política tiene tres fases principales: lucha para contener el poder de la burguesía en el Estado parlamentario, es decir, para mantener o crear una situación democrática de equilibrio entre las clases que permita al proletariado organizarse y desarrollarse; lucha por la conquista del poder y por la creación del Estado obrero, es decir, una acción política compleja a través de la cual el proletariado moviliza en torno a sí todas las fuerzas sociales anticapitalistas (en primer lugar la clase campesina), y las conduce a la victoria; fase de la dictadura del proletariado organizado en clase dominante para eliminar todos los obstáculos técnicos y sociales, que se interpongan a la realización del comunismo.

La lucha económica no puede separarse de la lucha política, y ni la una ni la otra pueden ser separadas de la lucha ideológica.




*Antonio Gramsci (1891-1937) fue un intelectual y activista político italiano